martes, 5 de noviembre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 46




Sabía perfectamente dónde encontrarlos, y sabía que no se habrían conformado con bajar hasta el sótano. No, teniendo aquel túnel y una fiesta al otro lado, ¿cómo iban a resistirse? Así que allí estaba ella, con un vestido largo y ceñido y a punto de meterse en el claustrofóbico conducto de la calefacción. El mismo conducto que llevaba días pensando en tapar, pero que desgraciadamente había dejado como estaba.


«No me hagáis hacer esto, por favor. Por favor, no me obliguéis a meterme ahí», pensaba Paula al tiempo que se subía el vestido hasta las caderas y se asomaba al túnel. Sí, las voces de los fugados se oían por ahí dentro.


A partir de las diez, hubo una verdadera avalancha de clientes de la que tuvo que hacerse cargo al tiempo que intentaba no oír la música, cada vez más alta, que provenía del local de al lado.


-Mami, ¿has oído la música de Pedro? -le preguntó Abril agarrándole la mano.


-¿Cómo podría no hacerlo? -respondió ella gritando con rabia-. Lo siento, cariño. No debería haberte hablado así.


-No te preocupes. Ya nos dijo Celina que estabas muy triste y que teníamos que ser extrabuenos. Vas a ver que mañana ya estarás mejor -su propia hija la consolaba como si fuera su madre. Era dulce y muy triste al mismo tiempo.


Siguió atendiendo a la gente intentando no pensar en nada más. Quince minutos después, vio aparecer a Malena con gesto preocupado.


-Paula… no te asustes, pero los gemelos…


-Han desaparecido -adivinó sin ningún esfuerzo.



***

Pedro vio entrar a Malena en su fiesta y encaminarse hacia Celina a toda prisa. Las dos mujeres se pusieron a hablar y después lo miraron. Vio con terror cómo Celina se acercaba a él.


-Los gemelos se han metido en el túnel y dicen que no van a salir hasta que no hablen contigo -le explicó preocupada.


-¿Quieres decir que están ahora mismo dentro del conducto?


-Exactamente. Malena dice que Paula lleva un rato intentando convencerlos para que salgan, pero no ha conseguido nada -cada vez parecía más enfadada-. ¿Sabías que esos pobres están convencidos de que lo que ha pasado entre su madre y tú ha sido por su culpa? Llevan noches sin apenas dormir.


-Pues ya somos tres -admitió Pedro mientras se daba cuenta de lo injusto que era que dos niños de cinco años estuvieran sufriendo por algo que había sido única y exclusivamente culpa suya. Y por mucho que le doliera reconocerlo, le importaba mucho lo que les pasara a esos monstruitos.


-Tienes que arreglarlo -Celina no se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando. Lo agarró de la mano y lo condujo hacia el sótano atravesando la multitud.


Allí estaba él, a punto de vivir su peor pesadilla. Iba a meterse en un espacio en el que apenas cabía un niño; un lugar oscuro, sucio y sin aire. 


No iba a poder aguantarlo. Sí, tenía que aguantar, tenía que solucionar todos sus errores y comportarse como un adulto. Lo único que tenía que hacer era meterse ahí y no pensar, imaginarse campos abiertos donde el viento soplaba libremente.


Una vez dentro del túnel, se le empezó a nublar la vista y la frente se le cubrió de sudor frío. 


Entonces oyó las risas de los niños y pensó que lo mejor era acabar cuanto antes, moverse lo más rápido posible y salir de esa pesadilla.






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