lunes, 4 de noviembre de 2019
UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 42
Se desabrochó la cazadora, pero no se la quitó porque no pensaba quedarse mucho tiempo.
Apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y cerró los ojos; tenía que atajar aquella situación cuanto antes. En ese momento apareció Paula y lo miró de arriba abajo como si fuera un verdadero desecho humano.
-Lo siento -dijo él poniéndose en pie.
-¿Qué es lo que sientes?
-Pensé que podría hacerlo: adaptarme a los niños, cambiar mis planes…
-¿Quién demonios te ha pedido que cambies? -replicó ella con extrema dureza-. Yo estoy segura de no haberlo hecho, de hecho me acuerdo de haberte dicho justo lo contrario. Desde el mismo instante que me conociste sabías que tenía dos hijos -se cruzó de brazos y dio un paso atrás mientras seguía hablando-. Yo jamás te he pedido que renuncies a nada por mí.
El asintió, pero no dijo nada; resultaba muy difícil rebatir la verdad.
-Abril y Marcos solo estaban fantaseando; saben perfectamente que hicieron mal en contarle a su profesora esa historia y lo sienten mucho. Pero es natural que quieran tener un padre.
-No es solo lo que le dijeron a su profesora -intervino Pedro intentando deshacerse del pánico que lo atenazaba-. Son muchas cosas… Y no puedo solucionarlas todas.
-Al menos podrías intentarlo. No creo que sea mucho pedir.
-No, no lo es y lo siento, pero… no puedo -añadió haciendo un gesto de impotencia-. No puedo comprometerme a darte lo que tú necesitas. No puedo… atarme de esa manera. Lo siento -volvió a repetir.
-Sé que lo sientes, yo también. No voy a hacer ninguna escena, ni voy a pedirte que lo reconsideres. Se supone que eres un hombre adulto, tú sabrás qué es lo que quieres de la vida -el modo en que lo miraba denotaba cierta pena por él-. El problema es que creo que no tienes la menor idea. Bueno, vamos a dejarlo.
El nudo que tenía en la garganta fue bajando hasta estrujarle el corazón.
-¿Puedo venir alguna vez?
-¡No! -respondió con fuerza-. Eso sería demasiado para Abril y para Marcos.
-No era en ellos en quien pensaba.
Le abrió la puerta y le hizo un gesto para que se marchara.
-No, eso ya lo sé.
La puerta se cerró a su espalda, era el sonido más definitivo que había oído jamás.
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