domingo, 24 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO FINAL





Durante los días siguientes, Pedro y Paula permanecieron perdidos en su mundo particular y no le contaron a nadie que se habían comprometido. El sábado por la tarde, decidieron contar la noticia. Pedro llamó a su familia y Paula se puso al teléfono para saludar. 


Sabía que toda la familia de Pedro se preguntaba por qué había regresado a Youngsville el Día de Acción de Gracias. Los padres de Pedro parecían gente encantadora, y les hicieron prometer que irían a visitarlos en Navidad.


La madre de Paula también se alegró al oír la noticia, y ya tenía dos buenos motivos para ir a Youngsville. Paula sabía que su madre se quedaría impresionada con Pedro. Incluso se sorprendería de que Paula le hubiera robado el corazón.


Cuando Pedro se fue a su apartamento para hacer unas cosas, Paula bajó a casa de Rosa. 


Quería contarles la noticia a todas sus amigas a la vez, pero no encontró a Lila ni a Silvia en casa, y sabía que Yanina había ido a visitar a la familia de Erik.


—Tengo que darte una buena noticia, Rosa —dijo Paula nada más entrar—. Pedro y yo estamos comprometidos.


—¿De veras? ¡Eso es magnífico! —Rosa le dio un gran abrazo—. Ya me imaginaba que pasaba algo así, he visto que su coche lleva aparcado ahí abajo desde el jueves.


Paula se rio y se sonrojó. No habían salido del apartamento ni para comer.


—Sí, bueno… gracias por la comida —contestó ella, refiriéndose al paquete con comida que Rosa le había dejado en la puerta. Después cambió de tema—. Pedro me ha regalado un anillo. Creo que sabía antes que yo que iba a aceptar su propuesta.


—Déjame verlo —Rosa le tomo la mano—. Qué diseño más bonito. ¿Es de Colette?


Paula asintió.


—De la nueva colección que he estado preparando. Franco, mi jefe, se lo ha hecho para mí.


—Qué detalle. Por todo lo que me has contado, Pedro parece un hombre maravilloso. Me alegro mucho por ti, Merri.


—Gracias, Rosa. No puedo esperar a que lo conozcas.


—Yo tampoco —Rosa sonrió, y Paula supo que Pedro y Rosa se llevarían estupendamente—. ¿Por qué no lo invitas a cenar aquí esta semana? Le diré a Silvia, Lila y Yanina que vengan también. Tampoco lo conocen, ¿verdad? Haremos una pequeña celebración.


—Por favor, Rosa. No quiero que te molestes. Ya has celebrado el Día de Acción de Gracias para todos nosotros.


—No es ningún problema —contestó Rosa—. Haremos algo sencillo, te lo prometo. Cuando te vas haciendo mayor, Merri, te das cuenta de lo importante que es celebrar algo siempre que se puede. Vosotras cuatro sois como mi familia. Me encantará teneros aquí a todas y conocer a Pedro, ¡por favor, déjame!


Las palabras de Rosa llegaron a lo más profundo del corazón de Paula. Las chicas de Amber Court también eran como su familia. La familia que nunca había tenido.


—Por supuesto —contestó Paula con una sonrisa—. Para mí será un honor, pero tienes que dejar que te ayude.


—De acuerdo —dijo Rosa.


Después, cuando Paula estaba a punto de marcharse, recordó que llevaba una cajita en el bolsillo.


—Casi se me olvida —le dijo a Rosa—. Te he traído el broche. Muchas gracias por prestármelo.


—De nada. Me encanta ver que alguien lo usa. Las joyas bonitas no deben quedar guardadas en un cajón y sacarse solo en ocasiones especiales.


—Estoy de acuerdo. Pero yo trabajo en ese campo… y tú hablas como si también lo conocieras bien —añadió Paula entre risas.


—No digas tonterías, cariño. No soy ese tipo de mujer, créeme —Rosa abrió la caja y miró el broche—. Pero me gusta saber que tú y las otras chicas habéis utilizado este broche. Creo que voy a dejárselo a Silvia. Es la única que todavía no lo ha tenido.


—Es verdad —dijo Paula.


Rosa cerró la cajita y la puso sobre la mesa.


—Se lo daré la próxima vez que la vea. Puede que le levante el ánimo. Está bastante preocupada por la situación de Colette.


—Sí, se lo ha tomado muy en serio —dijo Paula—. Más que nadie —Paula se sintió culpable—. He estado tan ocupada con Pedro y preparando la exposición, que apenas he estado pendiente de ella —admitió.


—No te preocupes —dijo Rosa—. Eso es lo que pasa cuando una se enamora. El resto del mundo desaparece. Estoy segura de que Silvia lo comprenderá —miró la caja que contenía el broche—. Y si no lo comprende ahora, lo hará cuando le suceda a ella.


—Eso espero —Paula pensó en la felicidad que había encontrado con Pedro y deseó que a Silvia le ocurriera lo mismo—. Espero que pronto encuentre a alguien que le guste —añadió Paula—. Se merece lo mejor.


—Por supuesto que sí. Pero ya sabes que no se puede buscar la felicidad. Hay que esperar a que ella te encuentre a ti. Pero tengo la sensación de que pronto encontrará a Silvia.


Paula miró a Rosa y, una vez más, notó ese brillo misterioso en su mirada. Un brillo que le producía curiosidad acerca de su pasado.


«Algún día, Rosa nos contará su secreto», pensó Paula. Sin embargo, se contentó con dedicarle una sonrisa a Rosa, y preguntarse si la intuición que tenía sobre Silvia se convertiría en realidad. Eso esperaba.




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