domingo, 24 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 39





Justo en ese momento, llamaron al telefonillo. 


Rosa fue a contestar desde el recibidor. 


Paula la oyó hablar con alguien y después vio cómo apretaba el botón para abrir la puerta del portal.


¿Estaba esperando a otro invitado? No había dicho nada, pero como tenía tantos amigos… 


Mientras Paula sacaba las tazas, alguien llamó a la puerta.


—Paula, ¿puedes abrir, cariño? —le preguntó Rosa. Ella estaba sacando una tarta de manzana del horno.


Paula se acercó a la puerta y abrió.


—¡Pedro! —exclamó—. Creía que te habías ido a Wisconsin.


Después sintió un nudo en la garganta.


—Me fui, pero di media vuelta y regresé.


Pedro la miró fijamente y ella sintió un fuerte deseo de lanzarse a sus brazos, pero se contuvo.


No, no podía hacerlo. No sabía por qué había regresado. Probablemente solo para aclarar las cosas antes de volver a marcharse. No era el tipo de hombre que se marchaba sin dar explicaciones.


—¿Podemos hablar en privado? ¿En tu casa? —preguntó él.


—Sí… sí, por supuesto. Espera un momento. Voy a decirle a Rosa que me marcho.


Regresó a la cocina y le dijo a Rosa que Pedro y ella tenían que hablar en privado.


—Tómate tu tiempo. Te guardaré un poco de postre —contestó.


Sin que el resto de los invitados se diera cuenta, Paula salió de la casa y se fue a su apartamento con Pedro. Una vez dentro, sintió un nudo de temor en el estómago.


—Has venido desde muy lejos… ¿qué quieres decirme? —le preguntó.


Pedro se colocó frente a ella. Era tan atractivo… demasiado maravilloso para dejarlo marchar.


—Que te quiero de verdad —dijo él—. Y que quiero que seas mi esposa. No me importa si no quieres formar una familia. Te quiero, Paula. No creo que pudiera vivir sin ti… Y no quiero intentarlo —confesó—. Si aceptas casarte conmigo, seré el hombre más afortunado del mundo.


Paula se quedó de piedra. Ella también había pensado en los problemas que tenía con Pedro, y había llegado a nuevas conclusiones. Pero no creía que iba a poder compartirlas con Pedro.


Comenzó a llorar y se tapó la cara con las manos. Eran lágrimas de felicidad. Pedro la abrazó y la besó en la frente.


—Paula, ¿qué pasa? Por favor, cuéntamelo.


Ella respiró hondo y sonrió.


—He estado pensando, Pedro —le dijo—. Me has ayudado mucho. Tu amor y tu respeto han hecho que muchas cosas fueran posibles para mí. Por una vez en la vida, he conseguido superar mis inseguridades. Y me he dado cuenta de que, en el fondo, siempre he deseado tener hijos, solo que siempre lo he negado y he permitido que el miedo controlara mis sentimientos. Quiero casarme contigo, Pedro, y tener hijos tuyos. Sé que a tu lado, puedo hacer cualquier cosa —le confesó—. Y detesto pensar que algún día tendrás un hijo con otra mujer —añadió—. Quizá tenga miedo de la maternidad, pero eso no podría soportarlo —añadió, y le acarició el rostro.


—¿Lo dices de verdad? —preguntó él, con expresión de sorpresa y felicidad.


—Completamente.


Él sonrió y la besó.


—Eres la única mujer de mi vida, Paula. Ahora y siempre.


—Lo mismo digo —murmuró ella, y lo besó otra vez. Antes de que las cosas llegaran demasiado lejos, Pedro se retiró.


—Espera, casi se me olvida. Tengo algo para ti… —sacó un caja de terciopelo azul del bolsillo. 


Paula reconoció en seguida el logotipo de Colette y sintió que le temblaron las manos cuando él se la dio.


—Bueno, ¿no vas a abrirla? —preguntó él con una sonrisa.


—Por supuesto —dijo ella, y abrió la caja.


—Oh, Pedro… ¿cómo lo sabías? —preguntó con incredulidad.


Era su anillo de compromiso favorito de la Colección Para Siempre. El anillo con el que siempre había soñado y que deseaba que le entregara un hombre muy especial.


Su sueño se había convertido en realidad.



Pedro tomó el anillo y lo colocó en el dedo de Paula.


—Te queda perfecto —dijo con orgullo. Levantó su mano y la besó—. Franco me dijo que era tu favorito, y me ha hecho éste a partir de tu diseño. ¿Así que voy a tener el honor de que te cases conmigo, Paula?


—Sí, era mi favorito —dijo ella, y miró a Pedro y después el anillo—. Diseñaré nuestros anillos de boda —le dijo, y lo tomó de la mano y lo llevó hasta el dormitorio—. Creo que el grupo que está en casa de Rosa puede pasar sin nosotros, ¿no crees? —le preguntó Paula con un susurro sexy.


—No les quedará más remedio —el brillo de los ojos de Pedro y el tono de su voz, la excitaron—. Menos mal que es un fin de semana largo.


Paula se rio y él la tomó en brazos y la llevó a la cama.


—Hmm… tienes razón. Qué bien.


Pedro se colocó sobre ella y se besaron durante largo rato. Se querían tanto que necesitarían más de diez vidas para expresar su amor o satisfacer su deseo.




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