domingo, 10 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 15





Durante todo el fin de semana, Paula se preguntó si volvería a saber algo de Pedro. Por si acaso, dejó el contestador automático conectado para no tener que hablar con él. Pero cuando vio que no la llamaba, se sintió decepcionada. Quizá había decidido que no quería nada con ella. Un hombre como Pedro podía tener a cualquier mujer que quisiera.


Para el lunes por la mañana, Paula ya se había convencido de que no volvería a saber de Pedro nunca más, ni siquiera para lo relacionado con su encargo de Colette. Se quedó sorprendida cuando Anita Barnes entró en su despacho para devolverle los bocetos y los apuntes que había hecho para el encargo de Pedro. Al parecer, Pedro había llamado a Franco y lo había arreglado todo. Anita parecía un poco molesta, pero Paula la ignoró. Cuando se marchó de su despacho, le deseó suerte para la próxima vez, pero en voz baja.


Así que Pedro no la había rechazado del todo.


¿Pero habría aceptado el hecho de que ella no quisiera ningún romance con él? Solo el tiempo lo diría.


El lunes por la tarde, Paula decidió que podía trabajar en los dos proyectos a la vez, y a pesar de que Pedro estaba esperando a que ella terminara la Colección Para Siempre, decidió llamarlo a su despacho para concertar una cita con él.


Confiaba en que fuera la secretaria de Pedro quien buscara el día adecuado para la cita, pero en cuanto Paula le dijo quién era, la secretaria pasó la llamada a Pedro.


—¿Pedro? Soy yo, Paula. Me han vuelto a encargar tu proyecto.


—Qué bueno oír tu voz. Estaba pensando en ti —le dijo Pedro.


Paula trató de mantener la compostura. ¿Tenía que decirle cosas así todo el rato? Se quedaba completamente descolocada.


—Sí, bueno… llamaba para concertar una cita contigo. ¿Qué día te viene bien?


—Hmm, veamos… —oyó que movía unos papeles y pensó que estaba mirando la agenda—. Esta semana estoy muy ocupado. Estaré fuera desde mañana hasta el viernes…


Paula permaneció en silencio. Quizá se libraría de verlo en esa semana. Eso sería un alivio para ella. Así, a lo mejor, cuando volviera a verlo, ya controlaría mejor lo que sentía por él.


—¿Qué tal esta noche? Podría pasarme por tu oficina sobre las seis. Podemos ir a cenar.


—¿Esta noche? No suelo reunirme después del trabajo —contestó ella.


—Quizá puedas hacer una excepción —sugirió él—. Si no, me temo que no podré reunirme contigo hasta el fin de semana.


—¿El fin de semana? Oh, no. El fin de semana yo no puedo.


—¿Tienes planes?


Sí que tenía planes. Pero no los que él pensaba.
Había decidido que se quedaría en el estudio para terminar una escultura que había empezado varias semanas antes y que quería presentar a un concurso.


—No puedo quedar el fin de semana, así que supongo que tendremos que quedar esta noche.


Notó que Pedro estaba contento por haberse salido con la suya una vez más. Paula pensó en comprarse algo de ropa a la hora de comer, pero después recordó que él le había dicho que le gustaba cómo era y decidió que asumiera sus palabras. Llevaba un vestido verde de punto y manga larga. Por la mañana le había parecido el vestido adecuado para ese día, pero después de quedar con Pedro, pensó que quizá debía ponerse algo más elegante.


Ese día había ido a trabajar con lentillas, y suponía que el cambio de aspecto no era muy notable ya que algunos compañeros no se habían dado ni cuenta. La mayoría de la gente no se fijaba en los demás, solo en ellos mismos.


Pedro, sin embargo, parecía fijarse mucho en ella. Eso la halagaba, pero a la vez la ponía nerviosa.


Después de aquella cita, no sería necesario que tuviera demasiado contacto con él para terminar el trabajo. ¿Podría pasar unas horas con él sin dejarse vencer por la atracción? Solo tenía que asegurarse de quedar en un restaurante… y después, no invitarlo a su casa para tomar café.




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