miércoles, 30 de octubre de 2019
UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 25
A las cuatro de la tarde del día siguiente, Pedro entró en la tienda de antigüedades e inmediatamente los gemelos salieron corriendo a su encuentro. No le dio tiempo a decir ni palabra antes de tenerlos agarrados a sus piernas. Sin embargo, Paula no levantó la vista de la máquina de coser hasta que estuvo en mitad de la tienda.
-¿Quieres jugar con nosotros? -le preguntó Marcos.
Si alguien le hiciera elegir entre un espacio cerrado y claustrofóbico y una habitación llena de niños, no sabría qué elegir.
-Hola, chicos -dijo deseando que se largaran inmediatamente a hacer lo que hicieran los niños, porque él tenía una batalla que luchar y su presencia no le favorecía lo más mínimo-. No puedo jugar -al menos no con ellos-. He venido a ver a vuestra madre.
-Hola, Pedro -por la expresión de su rostro, supo que esa segunda oportunidad no iba a resultarle tan fácil. Llevaba días sin dormir bien; su ceremonia de seducción con música le estaba pasando factura; además, cada vez que se quedaba dormido, soñaba con Paula y eso le había hecho darse cuenta de una cosa. Ella era el tipo de mujer con la que un hombre acababa casándose… un hombre hipotético, no él, por supuesto.
-Hola. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas encontrar alguien que cuide de Abril y de Marcos esta noche? -le preguntó.
-No lo sé. Ando un poco mal de dinero, es que he tenido que comprarles zapatos nuevos y…
Pedro no le hizo caso hasta que dejó de hablar de dinero.
-Pero puedo pedírselo a Male, seguro que está encantada. Quiere practicar para cuando se decidan a tener un hijo.
Él pensó que eso debía ser como aprender a nadar en los rápidos de un río.
-Si es así, me gustaría que vinieras a la galería. Me imagino que tendrás un poco de… curiosidad por saber qué es lo que he estado haciendo ahí dentro.
-No mucha, la verdad -la habría creído si no le hubieran brillado los ojos de aquella manera.
-¿No estás ni un poquito intrigada por saber con qué hago todo ese ruido?
-¿Ruido? ¿Qué ruido?
Pedro se echó a reír.
-Claro, por eso curioseabas por el escaparate de mi galería, porque…
-… no tenía otra cosa mejor que hacer -lo interrumpió ella y luego se echó a reír también-. En realidad, me encantaría ver qué es lo que estás haciendo ahí.
-Muy bien, pues te recogeré a las siete.
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