miércoles, 23 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 1



-¿Que vas a hacer qué?


Paula Chaves le lanzó a su mejor amiga una mirada con la que la avisaba de que no era buena idea reírse de su decisión.


-Ya lo has oído, Malena. Voy a pasarme una temporada alejada de los hombres. Sin cenas ni citas… sin desastres.


Por supuesto, Malena se echó a reír de todos modos.


-Adelante, ríete de mí todo lo que quieras -respondió Paula paseando sus ojos por las antigüedades expuestas en la tienda, antes de añadir-: Pero cuando hayas terminado de reírte, te propongo que intentes encontrar un hombre en todo Detroit que no salga corriendo al enterarse de que la mujer con la que está cenando es madre de unos gemelos de cinco años.


-Vale, vale, ya te entiendo. Pero, ¿no crees que tu decisión es demasiado exagerada incluso para ti?


Eso era muy fácil de decir para una mujer felizmente casada como Malena. Paula no había tomado aquella determinación porque no quisiera tener un romance, de hecho se moría de ganas de encontrarlo. Sin embargo, después de analizar su desastroso historial con el género masculino, empezando por su primer beso a los trece años, la respuesta a su pregunta era un rotundo «no», no estaba siendo nada exagerada.


Lo cierto era que a veces, cuando pensaba en su propia vida, le daban ganas de gritar. Quería a Abril y a Marcos con todo su corazón, pero eran dos niños de armas tomar. El año anterior había sido muy duro para todos y Paula había sobrevivido trabajando como una esclava allí, en la tienda de antigüedades de su tía Celina, y luchando a brazo partido por no hundirse con las continuas travesuras de los gemelos. Echó un vistazo debajo de la mesa donde los había visto por última vez y comprobó que…


¡Habían desaparecido!


Mientras dejaba el plumero sobre un escritorio, Paula respiró hondo e intentó sofocar la oleada de pánico que se estaba abriendo paso dentro de ella.


-Malena, por favor, mira a ver si los niños están en la trastienda mientras yo miro por aquí.


-No te preocupes que ya conozco el procedimiento -aseguró su amiga con la resignación de alguien acostumbrado a tener que buscar el rastro de los pequeños.


Se arrodilló, en el suelo para asomarse debajo de todos los muebles.


-Abril… Marcos, el juego ha terminado. Venga, salid de donde estéis. Vamos, os advierto que, como no salgáis de ahí ahora mismo…


-¿Se le han perdido un par de niños?


Paula se quedó helada al oír aquella voz desconocida y profundamente masculina. Giró la cabeza sin ponerse en pie ni darse la vuelta del todo, con lo que se quedó en una posición bastante indigna. Frente a sus ojos se encontró con unas botas de cowboy gastadas y, a los lados de estas, dos pares de zapatillas de deporte que reconoció inmediatamente porque las había lavado infinidad de veces. No pudo evitar sentir cierto alivio.


-Me temo que soy la responsable de estos dos trastos -confesó descansando la cabeza sobre el suelo.


Fue entonces cuando cayó en la cuenta de lo impropio de su postura; dándole la espalda de aquel modo, quedaba a la vista el lugar al que iban a parar todas y cada una de las calorías innecesarias que ingería sin la menor culpabilidad. Por fortuna, la dignidad nunca había sido un tema que la preocupara especialmente. Se puso en pie y miró al caballero con una tímida sonrisa que había aprendido a utilizar con las sucesivas víctimas de los gemelos. Normalmente toda aquella hostilidad la hacía farfullar apurada.



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