domingo, 20 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 69




El padre de Margo la llamó a su habitación a las cinco para decirle que iba a cenar con las hermanas Granger. Lo más extraño de todo fue que no la invitara a ir con ellos. Colgó el teléfono con preocupación, pensó en ir a ver si estaba bien. Pero alguien llamó entonces a la puerta. 


Era Hernan. Estaba frente a ella con un cubo de hielo y dos copas en su mano.


—¿Has pedido champán? —le preguntó él con seriedad.


—No —repuso ella sacudiendo la cabeza—. Debe de haberse confundido de habitación, señor.


—¿Cómo? Pero me dijeron en la cocina que fuera a la habitación de la bella morena.


Margo sonrió.


—Es increíble que puedas derretirme con tus manidos halagos.


—Bueno, resulta muy útil, la verdad —repuso él entrando en la habitación y dejando las copas encima de una mesa—. ¿Quieres abrirla tú o lo hago yo?


—Hazlo tú, por favor.


Hernan quitó la cubierta metálica y aflojó el corcho, apuntando la botella hacia el techo. 


Golpeó una hoja del ventilador y aterrizó cerca de un ojo de Margo.


—No soy un experto —se disculpó él.


—Eso es obvio.


—Bueno, te invito a cenar para resarcirte por el golpe del corcho.


—¿No has perdido tu billetera como el resto de nosotros?


—Sí, pero tengo un crédito impecable y en este hotel me fían.


—También tienes muy buen gusto, por lo que veo —repuso ella mirando la cara botella de champán.


—Sólo intento impresionarte.


Llenó una copa y se la dio a Margo. Después se sirvió otra para él.


—¿Brindamos?


Margo levantó su copa y esperó.


—Por las vacaciones fuera de lo común. Y por la gente tan interesante que puedes conocer en ellas.


Hicieron que sus copas se tocaran y tomaron un sorbo.


—Vaya… Y yo que creía que no me gustaba el champán.


—Y hay mucho más, si quieres repetir.


—¿Me quieres emborrachar? ¿No tendrás segundas intenciones?


—Podría ir más directo, si eso es lo que quieres —le dijo Hernan levantando un ceja.


—¿Ir más directo? ¿Adónde? —repuso ella con voz sugerente.


Él se quedó mirándola unos segundos y se puso serio.


—Eso depende de ti y de adónde quieras ir con esto.


Sabía que Hernan había estado en sitios que ella nunca había siquiera imaginado. Tenía la sensación de estar a punto de caminar sobre arenas movedizas, pero era demasiado tarde para echarse atrás. El corazón le latía con fuerza y, a pesar de que sabía que no era la decisión más inteligente, se dio cuenta de que quería ir a donde él la llevara.


Hernan se acercó, tomó su copa y la dejó al lado de la suya en la mesa. Le acarició después la cara y le apartó con suavidad el pelo. Sus ojos le decían cosas que nunca habría esperado ver en un hombre así.


Después él encendió la radio y buscó una melodía. La tomó entre sus brazos y dieron vueltas bailando por la habitación. Margo sentía que todo estaba pasando a cámara lenta.


Después de bailar seis o siete canciones, se detuvieron al lado de la cama. Los dos estaban sonriendo y tenían las caras encendidas. Era fantástico ver cuánto se divertían juntos. Era algo completamente nuevo en su vida. A lo mejor era eso lo que le atraía de él. O quizá fuera cómo besaba.


La cama los recibió entre besos y brazos. Sus ropas acabaron pronto en el suelo y no pudo evitar mirar con detenimiento a un hombre al que parecía no poder resistirse.


—Espero que todo lo que está viendo sea de su agrado, señora —le dijo él con tono burlón.


—Bueno, no sé… Creo que sí —repuso ella intentando no sonreír.


—Sólo quería asegurarme —dijo él riendo y besándola de nuevo—. No me gustaría decepcionarte.


Margo sabía que eso no podría ocurrir y, algún tiempo después, descubrió que había estado en lo cierto. Acabaron con la botella de champán, pero no consiguieron salir de la habitación a tiempo para cenar.




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