domingo, 20 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 67




Pedro no sabía cómo comportarse.


Miraba a Paula y se preguntaba si se parecía en algo a la mujer que había creído que era. 


Pensaba que no tenía toda la información, que le faltaban algunas partes del puzzle y lo que más le costaba era haberse dado cuenta de que ella le había ocultado esa parte de su vida intencionadamente. Cuando pensaba en lo que sabía ahora de ella, se daba cuenta de que esa mujer no se parecía en nada a la Paula con la que había compartido su cama la noche anterior.


Esa Paula era vulnerable y quería cambiar las cosas y empezar una nueva vida. La Paula que veía ahora… No sabía muy bien quién era.


Volvían ya a la isla de Tango a bordo del barco del guardacostas. Ya habían dado la voz de alarma sobre el robo del Gaby, pero aún no sabían nada.


—Hola.


Se dio la vuelta y se encontró con Paula. Lo miraba con incertidumbre. Durante unos segundos, algo se derritió en su interior y deseó poder dar marcha atrás al reloj y volver a esa mañana, cuando cualquier cosa parecía ser posible entre los dos.


—Hola —repuso con seriedad.


Pedro —comenzó ella respirando profundamente—. Nunca quise que pasara algo así.


—¿Qué pensabas que iba a pasar?


—Creía que si me iba, Agustin tendría tiempo de calmarse. Después volvería a casa y lo obligaría a ir a la policía y confesar todo lo que me ha quitado.


—¿A qué te refieres?


—Me robó todo lo que mi padre me dejó en herencia.


—¿Y estabas dispuesta a poner en peligro a todos los que participaban en este viaje?


—No pensé que pudiera pasar nada.


—Pero eso es lo que ha pasado, ¿no?


Paula apartó un instante la mirada, y después volvió a mirarlo a los ojos.


—Lo siento.


—Lo hecho, hecho está.


Sabía que estaba siendo muy duro con ella, pero no podía evitarlo.


Paula parecía muy dolida, pero aceptó sus palabras.


—Puedo llevar a Luis de vuelta al orfanato —le ofreció ella.


—Gracias —repuso con frialdad—. Dile a Scott que lo llamaré cuando pueda.


—De acuerdo.


Paula asintió y se dio la vuelta para volver al otro lado del barco, donde estaban Margo, Lyle y Lily. 


Pedro abrió la boca para llamarla, pero se detuvo al darse cuenta de que no tenía nada que decirle. Nada que pudiera cambiar las cosas.


Si algo había aprendido durante los dos años que había estado buscando a su hija era que las cosas no cambiaban sólo porque el lo descara. 


La realidad era dura y dolorosa. Lo que había entre Paula y el había empezado con engaños y sólo podía terminar de una manera



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