viernes, 11 de octubre de 2019
LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 37
Paula se despertó a la mañana siguiente al oír voces en algún lugar del barco. Escuchó con atención unos minutos. Podía escuchar coches a lo lejos. Estaban atracados en algún puerto.
Quería saber qué estaba pasando, así que salió de la cama y subió las escaleras mientras se atusaba con las manos su revuelta melena.
—Buenos días —la saludó Pedro desde cubierta.
Sabía que tendría un aspecto horrible. Le dieron ganas de dar media vuelta y correr escaleras abajo hasta la seguridad de su camarote, pero decidió no preocuparse por su imagen.
—Oí algunos ruidos que me despertaron y no sabía…
—Lo siento —la interrumpió Pedro—. El mecanismo del ancla se estropeó anoche y avisé para que alguien viniera a repararlo esta mañana.
—¿Dónde estamos?
—En la isla de Tango, cerca de la República Dominicana.
Se sintió de repente avergonzada por estar allí con su minúsculo pijama. La camiseta tenía un dibujo y una frase que decía Los renacuajos son muy monos, pero acaban haciéndose ranas con el tiempo. Cruzó los brazos sobre el pecho y miró hacia las escaleras.
—Bueno, creo que voy a vestirme, entonces.
—Hay tiendas para hacer compras en la isla —le dijo él—. Tendremos tiempo para que la gente baje a dar una vuelta por el pueblo.
—Muy bien.
—La frase de tu camiseta… ¿Es ésa tu filosofía ante la vida?
Sintió cómo se sonrojaba.
—Algo así.
—Es curioso —repuso él con una sonrisa—. Yo pensé que eras de las que aún creen que las ranas pueden convertirse en príncipes azules.
—Así era. Lo creí hasta que tuve… Déjame pensar… Sí, hasta los ocho años más o menos.
Por primera vez se dio cuenta de lo azules que eran sus ojos y de cuánto destacaban contra su bronceado rostro. Dio un paso atrás, pero su pie resbaló y tuvo que agarrarse a la barandilla para no caer.
—¿Estás bien? —le preguntó él mientras se acercaba a ella.
—Sí. De verdad —repuso ella con la mano en alto—. Será mejor que me vista, tengo compras que hacer.
—Claro, las compras son siempre lo primero.
Bajó las escaleras tan rápido como pudo, intentando no pensar en lo que le acababa de decir Pedro ni en por que le molestaba tanto.
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