miércoles, 25 de septiembre de 2019

UN ÁNGEL: CAPITULO 21




Pedro bostezó a pesar de la animada charla que mantenían los demás; había pasado una noche horrible. No podía dormir en aquel lugar que estaba lleno del espíritu de Paula. Se pasó toda la noche preguntándose si las cosas estarían saliendo como había planeado y qué estaría haciendo ella. Excepto en los frecuentes momentos en los que sentía una bocanada de aire cálido contra su piel y sabía que ella pensaba en él.


Intentó ordenar sus caóticos sentimientos, pero en aquel lugar era imposible. Una hora antes del amanecer se levantó y fue a la habitación de ella. Cougar, tumbado desconsolado en el suelo junto a la cama, suspiró.


Pedro se sentó al borde de la cama. Incluso allí, donde su presencia era tan fuerte, todo parecía vacío. Igual que la casa estaba vacía. Igual que él se sentía vacío.


Con una mano tomó las placas que colgaban de la cadena. Tenía que saber qué estaba pasando, por qué permitían que aquello ocurriese. Se sobresaltó cuando lo llamaron.


Pedro.


—¿Qué? —dijo enfadado.


—No te pongas así, Pedro. Prometiste informar con regularidad.


—Está bien, aquí está —dijo mandándoles lo que pedían.


—Gracias. Lo estás haciendo muy bien.


—Seguro.


—¿Hay algo que te molesta, Pedro?


—Estoy cansado. Si querían un servicio de veinticuatro horas, deberían haberlo arreglado para que no me cansara.


—Lo intentamos. Hubiera sido mucho más práctico si no tuvieras que depender del sueño o la comida. Pero desafortunadamente, hay algunas cosas que ni siquiera nosotros podemos solucionar.


—Es una lástima.


—Parece que este caso te está poniendo de mal humor, Pedro. ¿Estás seguro de que no hay ningún problema?


—Todo va perfectamente. Buenas noches.


Dejó caer las placas e interrumpió la conversación. Se quedó sentado en la cama de Paula hasta que la luz empezó a inundar la habitación, deseando poder dejar de pensar en Paula con la misma facilidad.






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