lunes, 23 de septiembre de 2019
UN ÁNGEL: CAPITULO 16
El humo se fue haciendo más denso según se acercaban a la granja. Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, no sabía si de miedo o a causa del humo.
—No pasa nada —dijo Pedro de repente—. No es el refugio.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé. Confía en mí, Paula.
Ella le creyó y se tranquilizó. Sin preguntar más, siguió conduciendo. Cuando la carretera se desvió a la derecha, el aire parecía un poco más limpio. Aunque no había dudado de él, se alegró al entrar en el camino de la granja y comprobar que tenía razón. La oscura nube de humo estaba en el cielo hacia el oeste, a bastante distancia.
Mateo, seguido de Sebastian y Kevin salió a recibirlos a la puerta de la casa.
—¿Saben dónde es? —preguntó Paula al bajar del camión.
—No. Aaron ha ido a ver. Ya debería haber vuelto…
Todos se dieron la vuelta al oír el sonido de un coche en el camino. Mientras se bajaba, Aaron dijo:
—Está a unos diez kilómetros, no creo que nos alcance.
—¿Qué es? —preguntó Paula.
—Por ahora sólo arbustos, pero avanza muy deprisa en dirección a la carretera del molino.
—¿Hacia la granja de los Morgan?
—Sí. El hombre estaba discutiendo con los bomberos. Ellos querían que evacuara la granja por si acaso no podían controlar el incendio.
—Pero está sólo con su lujo —dijo Paula—. Nunca conseguirán sacar todo el ganado.
—De eso estaban discutiendo. Dice que no se irá a menos que le ayuden a sacar las vacas.
—Y si le ayudan, no podrán apagar el fuego. No son muchos —comentó Paula, mirando en dirección al humo.
—Podrían serlo, si nosotros lo ayudáramos —manifestó Pedro.
—¿Qué? ¿Nosotros? —repitió Kevin sorprendido.
—¿Por qué? Ellos estarían celebrándolo si fuera nuestra granja.
—Exacto. Ellos piensan lo peor. Lo que tenemos que hacer es darles lo mejor. Hacerlos pensar.
—El sentimiento de culpa puede ser algo muy poderoso —dijo Aaron, quien había comprendido a Pedro—. Eso lo saben todos por experiencia.
—¿Culpa? —dijo Sara.
—¿Cómo te sentirías si alguien a quien hubieras juzgado por anticipado hiciera algo bueno por ustedes?
—Culpable —dijo ella.
—Y ¿qué harías después?
—No lo sé. Supongo que pensaría que estaba equivocada.
Aaron miró a Pedro, quien le mostró su aprobación. Luego miró a los demás.
—¿Qué les parece?
—¿De verdad crees que puede funcionar? —preguntó Kevin.
—No tenemos nada que perder.
Todos dudaron por un momento. Luego habló Paula:
—Yo voy a ponerme las botas y los vaqueros. Siempre he querido saber si Cricket es un buen caballo para manejar vacas. Cougar —ordenó al enorme perro—, ve a buscar a Marcos. Vamos, ve por Marcos.
El perro salió corriendo y cuando Paula miró a los otros ya estaba todo decidido.
—Voy por las botas —dijo Mateo.
—Yo iré por el maletín, puede que lo necesitemos —susurró Sebastian.
Todos corrieron en distintas direcciones, incluso Ricardo. Paula iba hacia la casa, pero se detuvo cuando Pedro le tocó el brazo.
—Yo ensillaré a Cricket —fue todo lo que dijo, pero su voz era cálida y sensual.
—Gracias —dijo ella, preguntándose por qué su voz parecía tan extraña.
Al fin estuvieron todos reunidos en el camino y cargaron todo lo que se les ocurrió en la parte trasera de la camioneta: palas, mantas y varios contenedores llenos de agua.
—Yo iré por el camino de atrás —dijo Paula dándole una palmada al caballo—. Llegaré al mismo tiempo que ustedes.
Oyeron un ladrido y se volvieron. Cougar iba corriendo hacia ellos, con Marcos pisándole los talones.
—Yo le explicaré lo que pasa —dijo Pedro—. Tú llévate a Cougar.
Ella asintió y se subió a la silla con facilidad. El caballo estaba un poco nervioso, pero la obedeció al instante. Paula miró a Pedro un momento, como si no supiera qué hacer. Luego le dio la vuelta al caballo y se marchó.
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