miércoles, 4 de septiembre de 2019
COMPLICADO: CAPITULO 24
Estoy agradecida de haber aceptado venir porque estoy teniendo una de las mejores noches de mi vida. La gente puede mirar todo lo que quiera porque no me importa. La escuela secundaria terminará pronto y estaremos en el mundo real. Lo que piensen de nosotros no importa.
—Estoy baja de forma—, bromea Laura cuando entramos al baño.
Me retoco el lápiz labial mientras espero a que termine, y sonrío, pensando que Pedro está haciendo que mi labial se desvanezca.
—¡No está haciendo nuestro baile!— Me giro al oír el chillido de Courtney.
Está en la entrada del baño mirando más allá de enojada. Laura sale de su puesto para echar un vistazo a Courtney. Mueve los ojos con desdén y va a lavarse las manos.
—Él tiene que hacer el baile—, dice otra vez Courtney cuando se da cuenta de que no me voy a meter con ella.
—No tiene que hacer nada—. Me acerco a ella para que podamos salir del baño, pero está en mi camino. —¿Dejarías que tu hombre baile con una chica que ha estado tratando de meterle las garras?
—Así que no lo hace porque le dijiste que no puede—. Ella estrecha los ojos como si hubiera ganado una pequeña victoria. Está tan equivocada. Si yo no existiera, él no bailaría con ella.
—Le dije que no bailara contigo—, lo admito, sin avergonzarme. Cuando se trata de Pedro, ya no escondo cómo me siento. —Pero créeme, no iba a bailar contigo de todos modos, así que olvídalo.— Hay tantas cosas más hirientes que podría decir, pero sólo me llevaría a su nivel y ella no me hará ser esa persona.
—Eres repugnante—, dice ella. Quizá quiera pelear, pero no se lo voy a dar. — Es tu hermano—. Ella silba como una serpiente.
—Hermanastro—, corrijo. —Y estoy segura de que mi hermano y yo vamos a hacer todo tipo de cosas desagradables esta noche.— Evito a Courtney con ese pequeño golpe.
—Ni siquiera lo pienses.
Me giro al oír la voz de Laura y veo que tiene a Courtney por la muñeca en el aire.
Ella iba a golpearme.
Laura la empuja y la suelta. Courtney se tropieza con sus tacones y se cae al suelo.
Dakota y Kira están ahí paradas, con los ojos abiertos y confundidas.
—Gracias—, le digo a Laura porque no lo habría visto venir.
Algunas otras chicas que están en el baño se ríen, disfrutando claramente de la vista de Courtney en el piso del baño.
Laura le pasa por encima y luego pone los ojos en blanco a la Brigada Rubia.
—Jesús, ayuden a su amiga a levantarse, tontas.
Se ponen en acción cuando dejamos el baño y dejamos de una Courtney aturdida.
—No puedo creer que iba a pegarte—, se maravilla Laura cuando salimos el baño.
—No me sorprende. Mostró esa foto de Pedro y yo besándonos a todas. Tuvo que habernos seguido desde el partido hasta la casa de Joe. Estaba buscando algo para superar lo de Pedro. No sé por qué pensó que eso la enviaría a sus brazos. Sólo espero que haya recibido el mensaje alto y claro—. Pedro y yo estamos juntos y nada de lo que ella pueda hacer o decir cambiará eso. Puede intentar avergonzarnos o provocar un escándalo, pero eso no cambiará nada al final.
—Te extrañé—, dice Pedro cuando volvemos con los chicos.
No les decimos lo del baño. En vez de eso, bebemos y comemos pastel y bailamos hasta que me duelen los pies. No veo a nadie de la Brigada Rubia después de eso. De hecho, algunas chicas pasan por aquí y nos dan a Laura y a mí empujones felices. Supongo que las otras chicas en el baño están contando la historia y parece que están disfrutando que les bajen los humos.
—¿Estás lista, mi Paula?— Pedro me pregunta.
—Por más tiempo del que crees.— Lo miro y se siente tan bien estar de vuelta en sus brazos. No sé cómo pasé tanto tiempo sin esto.
—Entonces salgamos de aquí. Estoy harto de esperar, y si Eric no deja de mirarte las tetas no voy a ser tan amable como tú lo fuiste en Courtney.
—¿Lo has oído?
—Lo sé todo cuando se trata de ti.
—Hay algunas cosas que no sabes—, digo con una sonrisa. Mis mejillas se calientan cuando pienso en esas cosas.
—Estoy a punto de saberlo todo.— Me río cuando me levanta en sus brazos y me saca del baile. El entrenador Chris sacude la cabeza cuando lo adelantamos.
—Siempre fuiste un sabelotodo—, le digo y le doy una palmada en el pecho.
—Esa eres tú.— Me guiña el ojo cuando llegamos al coche. —Lo estarás para cuando acabe contigo esta noche.— Me deposita en mi asiento y yo tomo su corbata.
—Nunca terminarás conmigo.
—Nunca—, está de acuerdo antes de que su boca caiga sobre la mía.
Nunca terminaré con él tampoco. Esto estaba destinado a suceder.
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