sábado, 14 de septiembre de 2019
CENICIENTA: CAPITULO 24
—Pues yo sigo pensando que la boquilla para cigarros es el toque perfecto —insistió Connie—. ¿Por qué no lo llevas?
—Porque yo no fumo —le contestó Paula, con la misma cabezonería. Ni siquiera estaba segura de ponerse lo que Connie había conseguido, pero no tenía tiempo para encontrar nada mejor.
Paula había estado toda la tarde intentando encontrar un Mercedes gris. Por fin, encontró uno con tono más plateado, pero confió en que en la oscuridad de la noche pasara desapercibido.
La tarjeta de crédito acusó el golpe, pero una vez más razonó que valía la pena.
—Cierra los ojos, cielo. Te voy a poner spray —dijo Marcos.
Paula cerró los ojos.
—A mí todo esto no creas que me gusta —dijo, y le entró laca del pelo en la boca.
—Confía en mí —le contestó Marcos—. ¿Ya te he dado tarjetas mías?
—Sí —respondió Paula—. Pero no me quedan muchas —la verdad era que se las había dejado en el hotel Post Oak, aunque tampoco había pensado en dárselas a nadie.
—¡Lo sabía! —Marcos dijo, mirando muy contento a Connie—. La gente ya se está empezando a dar cuenta.
—¿Qué pendientes te vas a poner? —preguntó Connie.
—Me pondré los de jade.
—Pero estos otros son preciosos.
—Que no, que quiero ponerme los de jade.
—Vale. Oye, tenías razón con lo de la boquilla para cigarrillos. No te pega —dijo Connie.
Paula miró su imagen reflejada en el espejo.
—Lo que pasa es que estás dando rodeos, Connie. El problema es que parece que voy a una fiesta de Halloween.
Marcos y Connie se intercambiaron miradas. En silencio, Connie entregó los pendientes de jade a Paula.
—Podríamos suavizar un poco el maquillaje, Paula. Pero créeme lo que pasa es que no estás acostumbrada a verte así.
Paula se quitó la toalla que Marcos le había puesto, para que no se le ensuciara el vestido.
—No tengo tiempo. No quiero llegar tarde a recoger a Pedro —se levantó.
—Espera —Marcos le volvió a colocar la toalla—. Cierra los ojos —Marcos le pasó un cepillo por la cara—. ¿Qué tal?
Por lo menos se veía un poco su color natural.
Lo que Connie encontró en el ático fue una especie de kimono brillante que Paula llevaba puesto, abierto a la espalda, por encima de unos pantalones y una parte de arriba, con un cinturón. Tenía un aspecto.... artístico.
—Bueno, muchas gracias a los dos —sonrió.
—De nada —Marcos le puso unas cuantas tarjetas en la mano.
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