viernes, 2 de agosto de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 60



Eran más de las dos de la tarde cuando Pedro dejó a Paula en la puerta de su casa para que recogiera unas cuantas cosas. Mientras tanto, iría a la comisaría para hablar con su supervisor y asegurarse de que Mariano fuera vigilado constantemente. Le prometió que estaría de vuelta a las cinco, una hora antes de que volviera su marido. Paula todavía tenía su coche en el garaje de Matilda, de modo que lo recogerían de camino al apartamento de Pedro.


No necesitaba gran cosa que llevarse. Unos vaqueros, camisas, mudas de ropa interior, pijamas. Ya había hecho una lista mental mientras se dirigía a su dormitorio. Acababa de abrir la maleta cuando sonó el teléfono. El corazón se le subió a la garganta. Mariano. De alguna forma se las había arreglado para saber lo que estaba haciendo.


Pero el localizador de llamadas indicaba que procedía del hogar de Rodrigo. Descolgó el teléfono. Estaba ansiosa por escuchar la voz de su hermano...


Pero no fue Rodrigo quien respondió a su saludo.


—¿Está la señora Chaves?


—Soy yo.


—Hola, Paula. Soy Tilda. Lo siento, pero tengo malas noticias.


—¿Rodrigo está enfermo?


—No. No te preocupes, estoy convencida de que se encuentra bien. Es solo que... bueno, ha desaparecido.


—¿Desaparecido? —se dejó caer en el borde de la cama. Las piernas le temblaban demasiado para que pudieran sostenerla.


—Estaba jugando al baloncesto en la pista, después de comer. Cuando salí para intentar convencerlo de que terminara sus tareas, no estaba. Estoy segura de que se ha marchado solo, sin pensar. No irá muy lejos.


—Él nunca hace eso.


—Lo sé, pero esta vez lo ha hecho. Ya hemos llamado a la policía. Por favor, intenta no preocuparte. Te llamaremos tan pronto como sepamos algo.


Tan pronto como supieran algo. Solo que no sabrían nada. Mariano estaba detrás de aquello. 


Su marido. Un mentiroso y un impostor. Un manipulador que había secuestrado a un joven autista para vengarse de ella. Le entraron ganas de gritar, de llorar, de agarrar sus cosas y tirarlas contra la pared... Pero, en lugar de eso, telefoneó a Pedro para avisarlo de que no hacía falta que fuera a buscarla. Tendría que quedarse en casa por si Rodrigo llamaba. Él sabía localizarla allí.


Mariano tenía el control de la situación. Siempre lo había tenido. Desde el primer día que la vio, había puesto su plan a funcionar. Quizá incluso desde antes de conocerla. Aun así, seguía sin saber por qué la había necesitado o deseado en su vida. De lo que estaba segura era de que había tenido sus razones. Y de que no habían tenido nada que ver con el amor.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario