martes, 13 de agosto de 2019

ENAMORADA DE MI ENEMIGO: CAPITULO 32




Pedro miró por la ventana de su ático, observó las vistas que normalmente ignoraba.


Si cerraba los ojos, veía a Paula, con las luces de la ciudad detrás de ella. Las siluetas de su cuerpo eran mucho más atractivas que la arquitectura.


Dejó el vaso de whisky con fuerza. Al marcharse Marie, se había emborrachado y había llamado a la última mujer con la que había salido antes que ella, a la que había utilizado para olvidar.


Al pensar en hacer lo mismo en esa ocasión se le encogió el estómago y sintió casi náuseas. No quería olvidarse de Paula ni quería tocar a otra mujer.


La noche anterior se había dado cuenta de que tenía sentimientos por ella y le había dado miedo que le rompiese el corazón.


Aunque ese miedo no era comparable con el miedo a que Paula se diese cuenta algún día de que se merecía a alguien mejor a su lado. Al miedo a ver en sus ojos la desilusión y el dolor que había visto en los de su hermano el día que se había enterado de que lo había traicionado.


Le daba miedo ver cómo se apagaba el fuego de los ojos de Paula. Ver cómo el amor se transformaba en odio.


Era a eso a lo que no se podía enfrentar.


Pero Paula hacía que desease intentar ser mejor de lo que era, aunque no supiese si sería suficiente para ella.


Se puso en pie y apoyó la palma de la mano en el cristal frío. Tendría que ser suficiente, porque no podía vivir sin ella.




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