martes, 13 de agosto de 2019

ENAMORADA DE MI ENEMIGO: CAPITULO 31




Paula estaba como en una nube. Había conseguido éxito profesional y había pasado toda la noche haciendo el amor con Pedro.


El hombre al que amaba.


Sonrió mientras sujetaba con alfileres las mangas de la chaqueta en la que estaba trabajando.


Oyó que se abría la puerta de su taller y se giró.


Era Pedro, que estaba serio, tenso.


–Deberías cerrar con llave –le dijo.


–Lo siento –dijo ella, con el estómago encogido, consciente de que algo iba mal.


–Tenemos que hablar. Quiero terminar con nuestra asociación empresarial.


–Pero… si casi tengo los contratos. Estoy a punto de conseguirlo… 


–Te regalo el importe del crédito, y el importe de la inversión.


Paula sacudió la cabeza.


–No… no lo entiendo. ¿Es porque tenemos una relación? No puedo aceptar tu dinero.


–Nuestra relación también se va a terminar.


–¿Por qué? 


–Te diré por qué. Porque pensé que la terminarías tú cuando te conté lo de Marie y, como no lo hiciste, lo hago yo por ti.


–¿Por qué haces esto, Pedro? –inquirió ella enfadada–. ¿Porque no has conseguido apartarme de ti contándome que eras una mala persona? ¿Por eso lo haces ahora directamente? ¿Porque contabas con deshacerte de mí y no has podido? Contabas con tu reputación para alejarme de ti.


–Mi reputación alejaría a cualquier persona sensata.


–Lo mismo que la actitud que estás teniendo ahora – le dijo ella.


Paula sabía que Pedro estaba intentando protegerse.


Porque la noche anterior habían forjado un vínculo tan profundo e intenso, que casi le daba miedo hasta a ella.


–Te quiero –le dijo.


¿Por qué mantenerlo en secreto, si era la verdad? 


–Calla.


–No. No quiero.


–Es solo sexo. Eras virgen la primera vez que hicimos el amor y estás confundiendo deseo con amor.


–Eres tú el que está confundido, el que tiene miedo. Es mucho más fácil aferrarse al pasado que arriesgarse a equivocarse.


Pedro apretó la mandíbula.


–¿Vas a culparte toda la vida por haber cometido un error? –le preguntó ella.


–Aquel error me enseñó cómo era en realidad.
Pensaba que era un gran hombre, lo tenía todo. 
Una familia con la que estaba creando un nuevo vínculo, un buen trabajo, poder, dinero y honor. 
Pero fui débil cuando más importaba.


–¿Es eso lo que te incomoda tanto, Pedro Alfonso? ¿Saber que eres un hombre y no un dios? ¿Que eres humano, como el resto? Pues yo me alegro. Porque necesitaba un hombre que me enseñase lo que me estaba perdiendo. Un hombre que me hiciese sentir bella. No necesitaba un hombre perfecto, sino a alguien que pudiese entenderme –le dijo, apoyando la mano en su pecho–. Y tú lo hiciste. Estuviste ahí. Me hiciste ver todas las cosas que me merecía. He tenido miedo durante once años, pero ya no lo tengo. Y es gracias a ti.


–Te equivocas, Paula. Crees que, si sigues buscando en mi interior, encontrarás algo más, pero solo hay lo que ves. Nada más.


–Te equivocas. Hay mucho más en ti, Pedro Alfonso.


–Y tú crees que estás viviendo un cuento de hadas, Paula Chaves –replicó él–. No hay ningún motivo para que vuelvas a verme.


Y, dicho aquello, se dio la vuelta y salió de la habitación dando un portazo.


Con los ojos llenos de lágrimas, Paula se aferró a la mesa con fuerza.


Pedro se había marchado llevándose su corazón para siempre.





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