martes, 20 de agosto de 2019
AMARGA VERDAD: CAPITULO 22
AL llegar al salón y no ver a nadie, Natalia se dio la vuelta convencida de que Pedro habría ido a buscar a Esmeralda y de que había vuelto a perder la ocasión de hablar con él.
Esperaron un par de minutos y, entonces, él se levantó y se fue. Paula se sintió perdida sin el calor de su cuerpo.
Corrió a vestirse y, cuando estaba medio cayéndose por las prisas, apareció él con un albornoz.
—No destroces el vestido. Natalia se ha ido convencida de que no había nadie. No creo que vaya a aparecer nadie más.
— ¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de que lo que acaba de ocurrir, que ha sido un desastre?
—¿Te refieres a lo de Natalia o a habernos dejado llevar?
— ¡A las dos cosas! —gritó nerviosa—. Se supone que sales con otra mujer, pero no dudas en hacer el amor conmigo y, cuando están a punto de descubrirnos, te quedas ahí tumbado como esperando.
—Para empezar, has sido tú la que ha propiciado nuestro encuentro sexual.
Era cierto y aquello hizo que Paula se sonrojara.
—Bueno, tú tampoco me has rechazado precisamente.
— No, Paula, supongo que ningún hombre habría rechazado una proposición tan encantadora. Al fin y al cabo, somos mortales, como las mujeres. Y tú eres de lo más seductora cuando te lo propones.
—¿Estás tan obsesionado con el sexo que no tienes en cuenta el contexto? ¿Qué habría ocurrido si Natalia nos hubiera pillado?
— Precisamente porque veo el contexto, no me preocupo por algo que no ha ocurrido. Lo que me importa es que he traicionado al hombre que ha sido mi padre, mi amigo y mi mentor.
—Supongo que te estás refiriendo a lo de mi madre —dijo terminando de ponerse el vestido—. Si te preocupa que vaya corriendo a decírselo a Hugo...
— ¡Me importa un bledo lo que hagas! —le espetó furioso—. Lo que no me va a dejar dormir es lo que yo he hecho. No te hagas la buena conmigo. Hugo se va a enterar de todo, pero va a ser por mí, porque se lo voy a decir nada más levantarme. Me he portado de manera desleal, pero no soy un cobarde.
—¿Eso es lo único de lo que te arrepientes?
—¿Debería arrepentirme de algo más?
— Supongo que el hecho de habernos arriesgado a un embarazo no deseado con lo que acabamos de hacer sería motivo más que suficiente de preocupación para otros —contestó helada ante su indiferencia.
—Encima, gracias por recordarme eso. Supongo que no estarás tomando la pildora.
—Pues no. Los encuentros ocasionales no forman parte de mis aficiones y, a diferencia de ti, no salgo con nadie —contestó poniéndose los zapatos e intentando peinarse—. Por cierto, ¿y si Esmeralda se entera de que tú y yo nos hemos.,. ?
—¿Acostado? Bueno, yo no se lo voy a contar y no creo que tú quieras ir por ahí gritando a los cuatro vientos tus indiscreciones.
— También tú has sido indiscreto —le recordó asombrada de lo que le dolía su insensibilidad—. Yo empecé, pero a ti no te costó nada seguirme y culminar la faena.
Pedro la miró y proyectó en ella su furia.
— ¿Quieres que te diga que me siento culpable también por eso? ¡Muy bien, pues sí! Soy el mayor imbécil del mundo. Deberían colgarme por los pulgares, a no ser que prefieras que me corten otra parte del cuerpo, pero no soy mago. No puedo dar marcha atrás en el tiempo. A lo hecho, pecho. Tendremos que vivir ambos con ello.
—¿No ha habido nada bueno, Pedro? —le preguntó sintiendo que las lágrimas le abrasaban los ojos—. ¿Por qué no me rechazaste?
— Porque no es tan fácil —le contestó casi con ternura—, pero no te puedo dar lo que tú quieres. Por eso no deberíamos habernos acostado.
—¿Y qué es lo que yo quiero?
— Amor —le contestó sencillamente—. Por eso viniste a Stentonbridge. Has perdido a tu familia y eso te ha dejado vulnerable, lo que hace que vayas pidiendo amor a gritos — le explicó acercándose y acariciándole la mejilla—. Me habría resultado muy fácil ignorar mi conciencia y haber tenido una aventura de verano contigo. Te mentiría si te dijera que no me atraes, pero no estamos enamorados, Paula. De hecho, ni siquiera nos llevamos bien. He visto a mucha gente que se destroza la vida por confundir sexo y amor. No estoy dispuesto a cometer ese error y menos con la hija de Hugo Presión. Le debo un respeto.
Todo lo que le estaba diciendo tenía sentido. Intentar hacer pasar la lujuria por amor era una locura, algo irrisorio, pero, entonces, ¿por qué le estaba costando tanto no ponerse a llorar? ¿Por qué se sentía como si hubiera encontrado algo maravilloso y se lo hubieran arrebatado sin que le diera tiempo de empezar a disfrutarlo?
—Tienes razón. No me van las historias de verano. Yo quiero algo más de un hombre. Quiero compromiso, continuidad.
— Y yo no estoy dispuesto a ofrecerte eso. Ni ahora ni puede que nunca.
— Ya lo sé y no espero que lo hagas —dijo mirando por la ventana porque no podía mirarlo a los ojos y aunando todas las fuerzas que le quedaban para decirle lo que tenía en mente —. Creo que lo mejor para todos será que olvidemos lo que ha pasado entre nosotros esta noche. No le digas nada a Hugo, no le hagas eso.
— Se lo tengo que contar.
—No —dijo sacudiendo la cabeza y sintiendo que las lágrimas le resbalaban por las mejillas—. No pongas en peligro la relación que tienes con él por lo que me has contado. Ya es bastante con que ya sepa la verdad.
— No te puedo prometer nada, Paula.
— Será mejor que lo hagas —le gritó yendo hacia las escaleras —. Si lo quieres tanto como dices, no descargues tu conciencia sobre él. Tendrás que vivir con ello.Igual que yo.
—¿Dónde vas?
— ¡Donde sea, pero lejos de ti!
—No creo que sea una buena idea. Supongo que nos habrán echado de menos en la fiesta. Si no quieres que nadie sospeche, tenemos que volver juntos. Si nos preguntan, estábamos paseando junto al río.
No podría hacerlo. No podría fingir que estaba estupendamente cuando tenía el corazón partido.
—Pero si no estás vestido —le dijo apartándolo—. Además, soy perfectamente capaz de inventar una excusa para mi ausencia. No te necesito.
—Estás hecha un asco —le dijo francamente—. Nunca conseguirías engañar a Hugo. Lávate un poco la cara y péinate mientras yo me visto. Tardo un par de minutos.
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