miércoles, 24 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 31




Penny Washington vivía en una casa pequeña en un antiguo barrio situado cerca de Yoree Drive. El jardín delantero estaba muy bien cuidado, con lechos de flores entre las que destacaban los crisantemos, en una preciosa mezcla de blanco, violeta y oro. En una esquina había una moto tumbada. Olía a barbacoa y a carne asada, procedente de un patio vecino.


Todo parecía normal. Pero Paula tenía un mal presentimiento.


—¿Estas bien? —le pregunto Pedro, tomándola del brazo mientras entraban.


—Sí.


—Todavía estás a tiempo de volverte.


—¿Volverme a casa para hacer un agujero en la arena y enterrar la cabeza?


—Funciona con los avestruces.


—Entonces Mariano debería haberse casado con uno —se dispuso a pulsar el timbre, pero se detuvo en el último momento. Temía haberle dado a Pedro una falsa impresión—. No sé muy bien que tipo de relación tema mi marido con Karen Tucker, pero estoy completamente segura de que él no la mató.


—¿De dónde nace esa seguridad, Paula?


—Es… es un médico altamente reputado.


Pero Penny abrió la puerta en aquel preciso instante, evitándole a Pedro tener que responder.


—Oh, perdonen. No he oído el timbre. Supongo que se habrá vuelto a estropear.


—El timbre está bien —le aseguró Pedro—. Todavía no lo habíamos pulsado —le tendió la mano—. Soy el inspector Pedro Alfonso, y esta es Paula Chaves.


—Sí, ya me había avisado Matilda de que venían. Pasen, por favor.


Penny era una mujer menuda y atractiva. Se notaba que estaba nerviosa, preocupada. Los invito a tomar asiento en el sofá.


—¿Desean beber algo? ¿Té con hielo, café?


Paula estuvo a punto de negarse, pero Pedro aceptó un café solo, y al final ella hizo lo mismo.


—Siempre viene bien aceptar una bebida —le comentó Pedro, aprovechando que Penny se había retirado a la cocina—. A veces facilita la dinámica de las preguntas.


—A veces me olvido de que esto es para ti solamente un trabajo.


—Forma parte de mi trabajo. Y no siempre la mejor.


—¿Cual es la mejor parte de un homicidio, Pedro? Todo esto me parece tan repugnante. Gente trastornada, cuerpos sin vida.


—Lo mismo se podría decir de los médicos. También ellos trabajan con la enfermedad y la muerte.


—Pero salvan vidas.


—Y yo también, si soy afortunado.


Penny volvió con una bandeja y tres tazas. 


Después de recoger la suya, se sentó en una mecedora.


—Cuando me desperté esta mañana, jamás pude imaginar que terminaría hablando con ustedes dos. Iba a llevarme a Jaime al entrenamiento de fútbol y luego pensaba salir de compras.


—¿Qué le hizo cambiar de idea? —quiso saber Pedro.


—Una visita del doctor Chaves.


Penny alzó la mirada, y Paula pudo ver un brillo de terror en sus ojos. Aquel era otro momento de verdad. Se suponía que aquellos momentos eran raros, inusuales. Pero Paula los estaba viviendo en rápida sucesión. Y cada uno era aún más destructivo que el anterior.


Percibiendo su reacción, Pedro le tomó una mano y la apretó con fuerza. Paula aceptó su ayuda. No tenía otro remedio.




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