viernes, 28 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 28




El grupo, 4E, lo habían creado en la universidad al juntarse Banks y él con Rodrigo y con el anterior batería, Charlie Moss. Tenían muchas cosas en común: todos estaban en el primer año de universidad, todos eran inteligentes y estudiosos y todos eran unos fanáticos del rock. 


Por encima de todo, los cuatro eran unos empollones.


Y de ahí el nombre: 4E.


Jeremias no conocía el significado del nombre del grupo. Había hecho alguna conjetura alguna vez, pero ellos no habían querido contarle la verdad porque seguramente a él no le habría gustado.


—Pues hasta que tengamos a personal contratado, que cada uno se ocupe de su propio instrumento —dijo Banks y soltó una risita.


Pedro se concentró totalmente en su labor. No se atrevía a mirar en dirección a Paula, que estaba limpiando las mesas junto con las otras dos camareras. Y desde luego no intentó hablar con ella. No, mientras Banks y el resto de los chicos estuvieran cerca.


Lo último que necesitaba era que alguno de ellos intentara «ayudarlo» diciéndole a Paula que el incidente de esa noche no era preocupante. 


Con la suerte que tenía últimamente, seguro que alguno de ellos diría algo de la mujer que se había lanzado sobre el hacía un mes en Tremont; o de la que se había escondido en su coche el último verano; por no hablar de la orden de alejamiento que casi había necesitado para librarse de otra admiradora. Esos incidentes le hacían replantearse continuar con la banda y valorar mucho más la tranquilidad de su hogar y su trabajo como consultor informático.


Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que Banks se había marchado de su lado. Miró alrededor y lo vio junto a la barra, hablando animadamente con la camarera más joven... y con Paula.


—Lo mato —murmuró Pedro entre dientes.


Bajó del escenario y se acercó a ellos. Si Banks le había contado a ella quién era él en realidad, no sabía qué sería capaz de hacerle.


—Alfonso, estaba diciéndole a la señorita Chaves lo mucho que le agradecemos que nos llamara para el concierto —dijo Banks, sonando demasiado inocente.


—Sí que se lo agradecemos —comentó Pedro.


—Sois geniales —comentó la camarera de pelo moreno y miró a Pedro con curiosidad—. ¿Nos hemos visto antes?


—Alfonso es famoso —intervino Banks—. Las mujeres siempre le tiran ropa.


Pedro se prometió que mataría a su amigo en cuanto salieran de allí.


Banks lanzó a Paula una de sus miradas inocentes que siempre engañaban a sus oponentes en los debates de la universidad.


—No ha sido culpa suya, señorita Chaves. Yo he hecho un comentario que ha vuelto loca a esa mujer, Pedro no ha hecho nada.


Paula lo miró triunfante.


—¿Así que se llama Pedro, eh?


Ella ya sabía su nombre. Pedro apretó los puños mientras esperaba que recordara quién era, pero no sucedió nada de eso.


—¿Es el nombre o el apellido? —preguntó ella.


—¿Cómo dices?


—¿Cuál es el nombre y cuál el apellido? —repitió ella.


Pedro es el nombre —respondió él a regañadientes, cada vez más nervioso.


Pero seguía sin suceder nada. Ella no parecía relacionar el nombre con el instituto, no recordaba nada. Lo cual no debería molestarle, se dijo Pedro, pero le molestaba.


—De verdad, no ha sido culpa suya —dijo Banks de nuevo—. Ha sido mía.


Paula se encogió de hombros con una despreocupación sospechosa.


—Es igual. Yo sólo quería que las cosas no se desmandaran. Quiero que La Tentación termine su camino con elegancia, no con una redada.


—¿Así que realmente cerráis? —preguntó Banks.


Paula asintió mientras apretaba la mandíbula.


—Nos quedan dos semanas. Luego, adiós a todo esto.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario