jueves, 20 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 2




Todas las cosas que ella amaba iban a desaparecer, le iban a ser arrebatadas por funcionarios del ayuntamiento que no tenían ni idea de que estaban terminando con su vida.


Ella iba a quedarse sin empleo, sin negocio, sin hogar... sin futuro.


Sin identidad.


¿Quién sería ella cuando todo aquello desapareciera?


Paula bebió un sorbo de su copa abrumada con aquella idea. Se había acostumbrado a tener aquel lugar en el mundo. Llevaba trabajando en el bar desde que era casi adolescente. Su familia le había adjudicado el negocio porque era una estudiante mediocre y sin embargo le gustaba mucho divertirse y salir con chicos, aunque nunca tenía nada serio con ninguno.


Y ella nunca se había planteado que su vida pudiera ser diferente. Aunque tenía un sueño secreto desde siempre: estudiar una carrera y convertirse en maestra.


Ella había dejado a un lado todo eso, ¿para qué? Por un negocio que no marchaba muy bien, una familia que se había ido separando y una vida que le parecía vacía.


«Puedes cambiar. Puedes cambiar lo que quieras».


A Paula le sorprendió aquel pensamiento y no lograba sacárselo de la cabeza. Quizás fuera el momento de tomar un rumbo nuevo y diferente en su vida. Lo cierto era que no le quedaba otra opción.


Ella podía cambiar, podía transformarse en alguien diferente. Cambiar su peinado y su ropa, sus habilidades sociales... Podía probar a estudiar de nuevo, poco a poco, y averiguar si podía ser una buena profesora de Literatura para adolescentes.


Podía corregir su grosería a la hora de hablar y su adicción a las novelas románticas. Incluso quizás rompiera con su hábito de salir siempre con «chicos malos», con los que era sencillo no hacerse ilusiones de nada más que un buen revolcón.


Eso, no más chicos malos.


—¿A quién intentas engañar? —murmuró para sí misma sabiendo que no tenía tanta fuerza de voluntad.


—¿Decías algo? —le preguntó Tamara.


Paula sonrió ligeramente e intentó sumarse a la animada conversación que mantenían las demás.


—Hablaba conmigo misma —respondió—. Estaba haciendo planes.


Definitivamente, tenía que hacer planes. 


Disponía de plazo hasta finales de mes para pensárselo. Por lo menos, su hermana y sus dos mejores amigas estarían a su lado hasta entonces, ayudándola a ocuparse de todo hasta el final. Serían como el cuarteto de cuerda de Titanic, tocando su música mientras el barco se hundía debajo de ellos.


Paula decidió que en las semanas siguientes se convertiría en la nueva Paula Chaves. Quizás incluso empezara a hacer que la llamaran Paula.


Iba a experimentar grandes cambios: volver a estudiar, buscar una casa nueva, cambiar de actitud, dejar de salir con chicos malos...


Bueno, cosas más extrañas sucedían. Lo único que necesitaba era fuerza de voluntad. Eso, y la certeza de que en los últimos tiempos no había conocido a ningún hombre de mirada ardiente y sonrisa traviesa.


Y ninguno iba a aparecer en ese mes.





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