martes, 25 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 18




No, el músico de rock que ella veía cuando lo miraba, con su pelo largo y su rebeldía a cuestas, no se escandalizaría fácilmente. En realidad, las imágenes que acudían a su mente no lo escandalizaban, lo excitaban enormemente.


—No me he escandalizado —replicó él con una mirada ardiente—. Sólo estaba imaginándote así.


Esa vez fue Paula quien se quedó sin aliento. Se humedeció los labios nerviosa, un gesto que provocó una nueva reacción en él. Pedro disimuló su gemido carraspeando.


—Si quieres, avísame cuando vayas a hacer las cosas que tienes pendientes antes de mudarte —dijo intentando sonar tranquilo—. Estaré encantado de asegurarme de que las cumples.


—Quieres decir que estarás encantado de observarme.


—¿Y si te doy mi palabra de boy scout de que no te miraría ni una sola vez?


Ella esbozó una sonrisa.


—Entonces creo que me llevaría una gran desilusión.


—¿Estás flirteando conmigo de nuevo?


Ella se llevó una mano al pecho fingiendo inocencia.


—¿Flirtear, yo? ¿Cuándo he flirteado yo contigo?


—Creo que anoche, mientras estabas detrás de la barra.


—No, anoche, mientras yo estaba detrás de la barra lo que hice fue meter la pata.


—Pues me gustó.


—¿Te gustó que pareciera una completa estúpida?


No, lo que le había gustado era haberla puesto nerviosa. Pero eso no iba a decírselo a ella.


—Fue muy tierno.


—Los cachorros son tiernos —gruñó ella—. Yo prefiero ser un felino elegante y misterioso.


—Para hacer honor a tu nombre, que en inglés significa gato, ¿no?


—Hablando de nombres, ¿vas a decirme cómo te llamas en realidad?


Ésa era oportunidad de saber si Paula lo recordaba. Estuvo a punto de decírselo, pero lo detuvo una cosa: aún no la había besado.


—Alfonso es suficiente por el momento.


Ella se encogió de hombros.


—Como quieras —dijo y balanceó las piernas en la barra—. ¿Por qué te has presentado tan pronto hoy, Alfonso?


Parecía contenta de que él estuviera allí antes de tiempo, no era nada suspicaz. Eso hizo a Pedro sentirse repentinamente incómodo por no estar siendo sincero con ella. Necesitaba aclarar las cosas, pero lo único que logró articular fue:
—No hay ninguna razón en particular. Puedo marcharme si estoy interrumpiendo tu... lanzamiento de lápices.


Ella negó con la cabeza y su melena le cubrió los hombros. Pedro sintió que una ola de deseo se apoderaba de él y lo impulsaba a acariciar aquel cabello de oro, pero se contuvo. Recordó su objetivo: lograr darle un beso antes de perder su oportunidad para siempre.


—¿Entonces quieres que me vaya? —preguntó él en voz baja pero cargada de emoción.


—No —contestó ella seria—. Creo que quiero que te quedes.



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