lunes, 17 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 34




En el camino de regreso, estoy radiante, diciéndole a Pedro que nunca antes me había sentido tan segura con nadie… nunca había tenido a alguien que fuese tan sincero y abierto conmigo.


Entiendo que estoy hablando mucho, pero es como que una vez que Pedro me dijo cómo se sentía, estaba segura de decirle más sobre cómo me sentía también.


Él no dice mucho, pero yo hablo lo suficiente por nosotros dos.


Solo nos hemos ido de su casa por poco más de una hora, pero estoy tan emocionada por acostarme con él, tal vez bajar a su bañera de hidromasaje más tarde, comenzar a explorar el cuerpo del otro de una manera nueva, de alguna manera eso tiene promesas asociadas.


Pero cuando entramos, Pedro deja caer sus llaves sobre el mostrador y se gira hacia mí con una mirada seria.


Pensando que quiere ponerse a trabajar, camino hacia él y empiezo a desabotonar su camisa, pero él aparta mi mano suavemente.


Con ese movimiento, sé que hay más en la historia que solo un te amo. Hay algo que no ha dicho.


—Escucha, Paula, hay algo que necesito decirte, algo que puede hacerte sentir un poco... enojada.


—¿Te refieres a hangry? —pregunto, esperando que él simplemente no tenga nada comestible y que tengamos que volver a salir.


—No, quiero decir enojada de enojada.


Me río fuertemente, no queriendo que nada arruine este día perfecto.


—¿Esperaste hasta después de que me dijiste que me amabas antes de soltar las malas noticias? ¿Qué es, estás huyendo? ¿Eres un delincuente condenado?


Pedro se pasa la mano por la mandíbula y veo que no sigue mis bromas. Lo que sea que vaya a decir a continuación es realmente serio.


—Tenía que contarte cómo me sentía antes de decirte esta parte porque temía perderte por esto.


Frunzo el ceño, de repente genuinamente asustada.


—¿Que está pasando?


Él niega con la cabeza, como avergonzado.


—Hubo una apuesta. Una apuesta por ti. Una apuesta que hice con mi hermano Patricio.


Presiono mis labios y luego pregunto:
—¿Qué clase de apuesta fue?


Pedro suspira, como si el peso del mundo estuviese sobre sus hombros.


—Creo que necesitamos un poco de whisky para esto —dice, como el verdadero irlandés que es. Agarra una botella y vierte dos chupitos. Uno para mí y otro para él. Levanta su copa hacia la mía—. Solo intenta tener una mente abierta, muchacha.


No me gusta el tono en su voz, sacudo la cabeza, pero sabiendo que esto puede ser el final de este gran viaje, de todos modos le devuelvo el whisky.


—Sigue hablando, Pedro.


—Mira, hasta a ti nunca mantuve a una mujer, y mi hermano y Simon no pensaron que podría manejar a una mujer por una semana. La noche que nos conocimos, hice una apuesta con Patricio. Tenía hasta el día de San Patricio para volver a aparecer en el pub con la mujer de su elección, demostrando que se había enamorado de mí.


—Y si lo hacías —presiono—. ¿Qué obtendrías?


—Si lo hiciera, obtendría la tierra de mi hermano. La tierra sobre la que está construido este granero. No soy dueño de esto. Patricio lo es. Él lo heredó.


—¿Conseguiste un anillo y él obtuvo toda esta propiedad?


—Todo lo que mis padres querían era verme casado, y que Patricio redujera la velocidad y disfrutara de las cosas más simples de la vida. Las cosas que puedes disfrutar aquí en el bosque.


Me repliego, cruzando los brazos porque si hiciera algo ahora, además de levantar la guardia, estaría perdida en un mar de lágrimas.


Amo a este hombre y no soy más que una apuesta para él.


—¿Algo de esto era real?


—Por supuesto que sí —me asegura—. Te lo juro. No fue un truco. Quiero decir que esa parte no fue un truco. Ellos te eligieron de la multitud, y fue la elección de la suerte, ¿verdad? 
Estábamos hechos el uno para el otro. Entonces sí, comenzó como una apuesta, pero luego se convirtió en algo real.


—¿Eso es todo? —inquiero—. ¿O hay más?


—Quiero ser sincero contigo, no puedo decirte que te amo y luego ser deshonesto. Entonces escucha. ¿Sabes cómo durante toda la semana hemos ido a buscar arcoíris?


—Sí.


—Bien, ¿De verdad crees que podrías pasar una semana sin ver uno con The Lucky Irishman?


—¿Mentiste acerca de los arcoíris? —Levanto mis manos al aire, sintiéndome como la tonta que soy. Por supuesto, en el momento en que arrojé la inhibición al viento, terminó siendo una broma.


—Escucha —ruega Pedro—. ¿Qué hubiera pasado si te señalara uno? ¿Qué hubieras hecho ese primer día si te daba la vuelta y señalaba el arcoíris justo detrás de nosotros? —Pedro negó con la cabeza—. Sé exactamente lo que hubieras hecho. Te hubieras ido.


—Y no querías eso porque perderías tu preciosa apuesta.


—No —negó Pedro—. No me importa la apuesta, bueno, no completamente. Me preocupaba por ti. Sobre perderte.


—Bonita forma de mostrarlo, Pedro. ¿Viste arcoíris toda la semana, la única cosa que vine a Irlanda a encontrar, y no me lo dijiste? ¿Cómo es eso amor? —le pregunto, mis emociones en sobremarcha, mi ira aumentando—. Pedro, me mantuviste aquí mintiéndome. ¿Sobre qué más has mentido?


—En nada más, lo juro.


—¿Y por qué debería creerte? —Niego con la cabeza, esto es como Julian, un hombre que me miente, que me hace creer que somos algo que no somos.


Soy una maldita idiota.


—Podemos salir, te mostraré un arcoíris. Los veo a donde quiera que vaya.


—Eso es fantástico, Pedro. Estoy tan contenta por ti. —Me alejo de él, volviendo a su habitación—. Pero me voy. Tengo que irme.


—No te vayas, Paula. Podemos resolver esto. No me importa la apuesta, no necesitamos ir al pub. Solo quédate aquí conmigo.


—Soy una tonta, una tonta al pensar que podría cambiar mi suerte.




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