lunes, 17 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 33




Sabiendo que todavía está aquí, que estamos juntos en esto, le interrogo.


—¿Alguna vez sentiste que la vida sería más fácil si fuese en blanco y negro?


—¿Por qué querrías cosas en blanco y negro, muchacha?


—Podría ser más fácil.


—¿Más fácil? Tal vez. Pero jodidamente aburrido como el infierno. ¿Por qué querrías que tu mundo fuese en blanco y negro cuando hay otra opción?


—Puedes sentirte protegido. Más seguro.


—¿Y eso es lo que quieres? ¿Protección? ¿Seguridad? ¿Más que nada? Pensé que querías brillantes y hermosos arcoíris. Vivir una vida llena de todos los colores.


—Sí, ¿es eso tan terrible? —Niego con la cabeza—. Estoy cansada de perseguir cosas que no son reales. Estoy persiguiendo arcoíris, pero tengo miedo de que termine perdiéndome.


Pedro para la camioneta en una carretera vacía. 


Sale, camina hacia mi puerta, y me ayuda a bajar.


—La seguridad y la protección son cosas encantadoras —dice—. Pero creo que una vida con colores es aún más hermosa. Mírame, Paula. No quieres una vida en blanco y negro. Abre los ojos y mira a tu alrededor. ¿No ves todas las colinas verdes y las montañas cubiertas de nieve? ¿Ves el río que corre debajo de ese puente, la tierra parda y las rocas ásperas? Eso es lo que obtienes cuando vives la vida en colores. Entonces, dime por qué quieres tu vida en blanco y negro.


Niego con la cabeza.


—Contigo todo se amplifica, es como cuando estamos juntos, estamos realmente felices, realmente tristes o realmente cachondos.


—Eso es algo bueno, Paula. Esa es la vida en color.


—Necesito más que eso. Más que una metáfora Necesito algo concreto de ti y me aterroriza que tengas demasiado miedo para dármelo.


Pedro toma mi rostro entre sus manos, dándome una mirada asesina.


—No tengo miedo de decir lo que quiero. Si eso es lo que estás preguntando. Quiero decirlo. He querido decirlo por días. Quiero decirlo desde la noche en que nos conocimos. Desde que vi tus ardientes ojos no soportar a nadie ni a nada. He querido decirlo desde que te escuché reír en el pub, una risa que vino de lo más profundo de ti. Tú eres sin pedir disculpas, tú.


—¿Defectos y todo? —Parpadeo sabiendo que las lágrimas van a caer, y una vez que lo hagan, no seré capaz de detenerlas.


—No hay defectos en ti, Paula. Puedes ponerte un poco histérica, incluso colgada, pero ese es su encanto, muchacha. No cambiaría eso de ti por nada en el mundo.


Toma mi mano y me lleva hacia el puente, donde el río corre debajo de él.


—Quería traerte aquí hoy, a este lugar específico —me dice.


—¿Por qué? ¿Porque vas a encontrar un arcoíris?


—Lo creas o no, no hay arcoíris aquí hoy. Ahora están en Glencree, creo. Pero escucha, este puente es de una película famosa, ¿lo sabías?


Miro a mi alrededor, y entonces sonrío a pesar mío, dándome cuenta de dónde estamos parados.


—Este es el puente de la película, PS I Love You, ¿verdad?


Él asiente.


—La última y más romántica parada en The Lucky Irishman Tour.


Él toma mis manos y entrelaza nuestros dedos. 


Cuando me mira, juro que puedo escuchar su corazón latir a través de su camisa.


—¿Qué es?


—Paula, te amo. Quería decírtelo anoche.


—¿Por qué no lo hiciste?


—Te dormiste sobre mí, muchacha.


Me río porque tan engreído y arrogante como es este hombre de las montañas, también me hace sonreír de una manera que nunca antes había sentido que podía hacer.


Y él me ama.


Pedro me ama.


—Escucha —sigue él—. Quería decírtelo esta mañana, pero quería estar en este lugar, un lugar que recordaríamos siempre. Paula, con todo lo que soy, te amo.


Pedro —El nudo en mi estómago había desaparecido hacía mucho tiempo, la tensión en mis hombros se había evaporado, la sonrisa en mi rostro es amplia—. Yo también te amo.


—¿Aunque no encontré tu arcoíris?


—Aun así.


Entonces él me besa, un beso que me llena hasta el borde. Parados en este puente, el sol irlandés brillando sobre nosotros, no necesito una imagen para recordar este día. Ha sido sellada en mi memoria, unida a mi corazón. 


Pedro está aquí conmigo, y él me ama.


Y yo lo amo.


—¿Podemos volver a tu casa ahora?


Él ríe.


—¿No quieres buscar el arcoíris hoy?


—No necesito un arcoíris si te tengo.


Pedro me levanta del suelo y le rodeo con las piernas mientras me besa de nuevo.


—Te amo, Paula. Espero que sepas que lo digo en serio.


—Lo sé. —Sonreímos, con las frentes apoyadas la una contra la otra.


Y nunca en mi vida me he sentido tan protegida, tan segura.


En este momento, no hay nada que pueda cambiar eso.



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