miércoles, 12 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 20




Cuando Pedro me dice que él es The Lucky Irishman, me quedo boquiabierta. ¿Está malditamente bromeando con esto?


—¿De verdad? —Sacudo la cabeza, confundida.


—Si no es verdad, que me muera. Lo juro sobre la tumba de ma’. De mi padre también.


—No tienes que jurar por tus padres. Yo solo… Esa es una coincidencia realmente extraña.


—Sí, yo no creo en las casualidades. Toda mi carrera se ha basado en eliminarlas.


—Supongo que tiene sentido. —Me río, tomando mi taza de té, preguntándome a dónde me llevará exactamente este día—. Entonces —aclaro—, tú eres The Lucky Irishman.


—Lo soy, como acabo de explicar.


—Y no estás simplemente tomándome el pelo. ¿No sólo diciendo eso, para que yo quiera acostarme contigo de nuevo?


Pedro se ríe.


—No creo que tenga que mentirte para que te acuestes conmigo, muchacha. Creo que quieres volver a hacer eso, independientemente de lo que te diga.


Siento que el calor sube a mis mejillas porque tiene razón en eso. Hacerle una mamada en el dormitorio fue lo más sexy que he hecho jamás, y todo lo que quiero es hacerlo de nuevo.


—Mira, ahora, sé lo que estás pensando —me dice. Dejando su taza, y pasándose su mano sobre su barba desaliñada, sonriendo—. Te encontraré un arcoíris, Paula. Y después de que encontremos tu arcoíris, volveremos aquí y podrás tener más de lo que comenzamos.


—No sé si eso sucederá —le digo, ya retrocediendo en lo que quiero. Que es lo que siempre hago. Negarme las cosas buenas que merezco… no creyendo que me las merezca—. Una vez que encuentre el arcoíris, me iré a casa. Ya tengo el billete de avión.


—Pero dijiste que no tienes un hogar al que volver —presiona—. ¿De verdad estás tan ansiosa por irte?


Me encojo de hombros, pensando en las últimas tres semanas aquí en Irlanda. Han sido las tres semanas más solitarias de mi vida.


La verdad es que no tengo muchos amigos en casa. Hace unos años, cuando estaba en la universidad era más fácil, pero después de graduarme, nunca traté realmente de conocer gente nueva. Y claro, tengo compañeros de trabajo en la cafetería, pero nunca he sido una de esas chicas que tuvieron una mejor amiga desde siempre.


Trago, porque, obviamente, no hace falta ser científico espacial para descubrir por qué nunca he tenido una BFF. Mi modus operandi siempre ha sido ser una perra malévola. No es de extrañar que no atraiga a la gente.


Bebo mi té, evitando los ojos de Pedro, sabiendo que yo soy quizás la razón por la que mi suerte es condenadamente mala, como Julian sugirió.


Aparto a un lado cada cosa buena. La gente así se queda sola, recorriendo el país de Irlanda por su cuenta. Las personas así no encuentran el arcoíris, no porque no esté allí, sino porque nos negamos a ver lo bueno que tenemos enfrente.


Y ahora, de pie en la cocina de este irlandés, estoy con un hombre que es divertido, encantador y sexy, quien vive en un maldito granero digno de una cuenta en Instagram que captura casas de montañas agrestes, un hombre que sabe cómo hacer té y ama su país y se siente como más de lo que me merezco.


Pedro, una vez que encuentre el arcoíris me iré. La verdad es que no tengo ninguna razón real para quedarme.




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