viernes, 7 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 1




El pub está ruidoso, caliente y lleno de idiotas borrachos… hombres que he conocido toda mi vida, pero hombres que suelo evitar. Prefiero mi cabaña en el bosque en Wicklow Mountains.


Todavía no estoy muy seguro de por qué he dejado que mi hermano Patricio me convenciera de que dejara la montaña esta noche, excepto que el recorrido que di hoy constaba sólo de tres ancianos… no exactamente el tipo de turistas que llevo a casa conmigo después de un día de señalar arcoíris y shamrocks. Por lo general, hay al menos alguien del tipo de chica caliente o una puma, pero hoy no. Estoy seguro de que no iba a llevarme a ninguno de los tres hombres de sesenta años a casa conmigo, entonces, ¿para qué quedarse?


Y como no hay nadie en la montaña con quien acostarse después de que los turistas se vayan, pensé que mis posibilidades de tener suerte esta noche serían mejores si iba a Dublín a ver a mi hermano Patricio, y a mi viejo amigo, Simon.


Sin embargo, me olvidé de lo odiosos que se ponen los dos, y con algunas pintas, me di cuenta que beber el whisky solo en mi granero podría vencer a una noche con estos dos idiotas.


—Entonces, Pedro —dice Patrick—. ¿Algún plan para el Día de San Patricio la próxima semana?


Mi amigo, Simon, golpea su rodilla.


—Tú sabes los planes de Pedro. Los mismos planes de la mayoría de las noches. Llevarse a alguna turista desprevenida a su casa, atrayéndolas con su conocimiento de la campiña irlandesa y tener suerte.


Me encojo de hombros, sabiendo que es la verdad.


Levanto un dedo para conseguirnos a los tres otra ronda. Puedo defenderme por mí mismo, pero estos dos ya se han emborrachado, y se pondrá feo malditamente rápido. Me imagino que si puedo acelerar el proceso, podré irme a casa antes. Ciertamente no hay nadie en el viejo pub de barrio con la que quiera acostarme.


—¿Cuáles son tus planes, Patricicio? —pregunto, cambiando las tornas—. Dios sabe que no estás echando un polvo. —Sonrío y Patricio frunce los labios, como el tenso idiota que es.


Él se centra en su trabajo aquí en Dublín: es un contable y se lo toma en serio. Demasiado en serio. Nunca se toma un día libre, nunca se suelta. A menos que cuentes beber con tu hermano y su compañero como soltarse… lo cual tal vez él sí hace. Patricio ha tenido tantas horas extras, como yo tengo conquistas sexuales.


—Creo que salir esta noche es suficiente para el mes.


Ante eso, niego con la cabeza.


—¿Qué tipo de irlandés eres? Whisky para el desayuno, y Guinness para la cena, eso es lo que siempre decía nuestro padre. —Le doy un codazo—. Nuestra madre, también.


—Pero ellos no están con nosotros, ¿verdad? —pregunta Patricia, elevando su pinta en memoria de nuestros padres.


—¿Crees que estarían orgullos de ti, Patricio, trabajando como un esclavo como lo haces? Apuesto a que no has tenido un verdadero fin de semana en años.


—Te estás acercando un poco, ¿no es así? —pregunta Simon a sabiendas. Él nos conoce a mi hermano y a mí desde que éramos unos muchachos pequeños. Él sabe que Patricio y yo no podríamos ser más opuestos. Nuestros padres siempre lo señalaron como un defecto, y al parecer, Simon ha tomado posesión de su manto.


—Un poco, supongo —dice Patricio—. Pero Pedro, no creo que seas quien para hablar sobre hacer que nuestros padres se sientan orgullosos.


Ante eso, levanto mis manos en señal de derrota. Mamá siempre quiso que me asentara; su último deseo era que encontrara una esposa, incluso me dejó su anillo de bodas en su testamento.




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