jueves, 18 de abril de 2019

UN ASUNTO ESCANDALOSO: CAPITULO 29




El coche dejó a Kim y a Ricardo en su hotel y se dirigió hacia Four Mile. La tensión continuó reinando, y Paula y Pedro casi no hablaron. Al menos, la boda había salido bien, pero la discusión que había tenido lugar en la limusina había hecho que Paula tuviese un montón de preguntas que sólo él podía contestar. Tal vez debido al modo en que se habían conocido, no podía evitar tener dudas.


Salieron del coche y Paula se puso delante de él, para que no entrase en la casa.


—Tenemos que hablar. Vamos a la playa.


—Vas a estropearte el vestido.


Ella se encogió de hombros y fue hacia el final de la carretera, para atravesar la arboleda que los separaba de la arena.


—Tienes que decirme la verdad, estamos en mi playa. Es mi lugar especial.


Le alegró ver que Pedro no discutía. La oscuridad y el rumor de las olas la calmaron. 


Nunca había tenido tanto miedo en toda su vida.


Caminaron muy despacio, sin rumbo, sobre la suave arena. Paula se quitó las sandalias, las recogió y se volvió hacia él, acongojada.


Pedro, quiero que me digas que tú no estás conspirando contra Blackstone Diamonds.


Él se quedó muy quieto y la miró fijamente durante tanto tiempo que Paula pensó que no iba a contestar. ¿Volvería a decirle que no tenía derecho a hacerle preguntas? En la oscuridad, su mirada era indescifrable.


—Si te lo digo, traicionaré la confianza de alguien.


Ella se humedeció los labios.


—Yo no traicionaré la tuya, pero necesito saber que significo para ti más que un puñado de acciones.


Pedro respiró profundamente, sin dejar de mirarla. Volvió a guardar silencio y Paula se dio la vuelta. Se sentía humillada.


Él la agarró de la mano para detenerla.


—Se trata de Rafael.


A Paula se le encogió el corazón. Así que Rafael Vanee estaba planeando una OPA, y Pedro había decidido participar. Recordó la acusación de Ricardo en el coche de que la estaba utilizando.


¿Acaso nunca iba a encontrar a nadie que la quisiera por ella misma?


La luna llena se asomó por detrás de una nube, bañándolo todo de una luz grisácea.


—Él… No es fácil decir esto… Rafael tiene motivos para pensar que es James Chaves Blackstone.


Paula se quedó boquiabierta.


—¿Perdona?


Pedro se lo repitió.


Aquello era lo último que había esperado oír.


—¿No sabe quién es?


—Creía saberlo.


—No es posible.


—Él piensa lo mismo. Por eso se ha hecho una prueba de ADN, para ver si Abril era su madre biológica.


Paula soltó su mano.


—¿Te lo contó ayer? ¿Por eso vino?


—Sí, me enteré ayer —asintió Pedro. Y le relató la versión de los hechos de Rafael—, Rafael no la creyó. Abril estaba con morfina cuando se lo dijo, pero cuando recogió su casa, encontró un álbum de recortes en el que está todo, Paula. También había juguetes y una manta que coincidían con los que se habían llevado los secuestradores de la habitación del niño.


—¿Quieres decir que esa mujer, Abril, salió de su casa un día a hacer la compra y volvió con un niño, y nadie se hizo preguntas? —rió con incredulidad—. Toda Australia estaba enterada del caso.


—Rafael todavía está investigando lo que pasó, pero parece ser que su madre había tenido un hijo que había fallecido un año antes. Cuando encontró a Rafael, o a James, iba huyendo de un novio maltratador. Al parecer, estuvo viajando por el país y terminó en el sur, donde nadie la conocía —hizo una pausa y respiró profundamente—. Yo conocía a Abril. Tenía sus defectos y, sobre todo, se juntaba con hombres que no le convenían, pero era una buena mujer. Y quería a Rafael. De eso no me cabe ninguna duda.


—Dios mío, esto va a … Entonces, no está intentando acabar con Blackstone Diamonds, ¿no? Sería contraproducente para él, que ahora es el heredero.


—Tal vez. Todavía no está confirmado.


En cierto modo, a pesar de la sorprendente noticia, Paula se sentía aliviada.


—En ese caso, ¿por qué cambiaste de idea de repente, acerca de acompañarme a la boda?


—Porque quería veros a todos juntos, ver quién podía ser el principal adversario de Rafael, si resulta ser verdad que es James… Y creo que ya sé de quién se trata.


Paula se dio cuenta de que se refería a Ricardo.


—Si Rafael es de la familia, Ricardo lo aceptará. Si hace algo que perjudique a la empresa, será otro tema. Quienes me preocupan son Kimberley y Ramiro, pero, sobre todo, Ramiro —dijo Paula, frotándose los brazos.


Pedro se quitó la chaqueta, se la puso sobre los hombros y empezaron a caminar de vuelta a la casa.


—Tengo que contárselo.


—No —agarro a Paula del brazo para hacerla girar—. Rafael no tendrá los resultados de la prueba de ADN hasta la semana que viene. Si se confirma que Abril no era su madre, tendrá que convencer a Kim o a Ramiro, o a ambos, para que se hagan también la prueba, para demostrar que Horacio y tu tía eran sus padres.


Paula deseó buena suerte a Rafael, sobre todo con Ramiro, cuya respuesta ya podía imaginarse.


—No puedo mantener algo así en secreto —dijo—. No es justo.


Pedro sonrió con tensión.


—Nadie ha dicho que lo sea. Paula, hay un topo en Blackstone Diamonds. Kimberley también lo ha dicho esta noche. ¿Te imaginas lo que pasaría si los medios de comunicación se enterasen? Tienes que mantenerlo en secreto hasta que se demuestre que Abril no es su madre biológica —estaba muy serio—. No se lo cuentes ni a tu madre. Gaston podría ser el topo.


—¿Gaston? ¡Imposible!


—Es probable que no lo sea, pero no merece la pena disgustar a todo el mundo hasta que estemos seguros.


Paula se tapó mejor con la chaqueta y pensó con tristeza que, además del disgusto de todo el mundo, habría publicidad. Mucha publicidad.


—Dios mío, odio los secretos. No puedo ni imaginar lo que va a pasar con la familia, después del año que hemos tenido.


—Si resulta que Rafael forma parte de la familia, será positivo para todo el mundo, ¿no te parece?


—Es posible —o no—. Las familias no son mi punto fuerte. Tal vez por eso sea tan negativa al respecto —levantó la mano y se mordisqueó una uña—. ¿Cómo te sentirías tú si fuese tu hermano?


Pedro reflexionó.


—Para mí, la familia es siempre familia —contestó, pensativo, retirándole la mano de la boca—, pero supongo que si un extraño apareciese de repente y quisiese tomar las riendas de todo por lo que yo he trabajado tanto… —levantó la mano al ver que ella iba a decir algo—. Recuerda que fue Horacio quien cambió el testamento para incluir a James, no fue idea de Rafael.


—Pobre tío Horacio —murmuró Paula, pensando en el pobre viejo, que nunca había perdido la esperanza de encontrar a su hijo—. Murió antes de ver su sueño hecho realidad.


Pedro asintió.


—Debe de ser muy duro perder a un hijo.


Paula tenía su propio punto de vista al respecto.


—No para todo el mundo —comentó. Su padre nunca había intentado buscarla.


Se apoyó en el hombro de Pedro para ponerse una sandalia.


Él tomó la otra y se inclinó para ponérsela.


—¿No sientes curiosidad por tu padre? —le preguntó—. ¿No quieres saber quién es y por qué te abandonó?


Ella se preguntó cómo era posible que le hubiese adivinado los pensamientos.


—¿Por qué iba a sentirla? Él nunca se ha interesado por mí.


Aunque, en realidad, sabía que no era cierto. Le había rogado a su madre que le hablase de él, pero ella se había negado.


—Olvídate de él, Paula. No nos quería y estamos mejor sin él —le había dicho en varias ocasiones, sin confirmar ni desmentir que estuviese vivo.


—¿Y si averiguases que no fue culpa suya, que él nunca quiso separarse de ti? —preguntó Pedro mientras se erguía.


—En ese caso, me parecería que es un hombre que vale muy poco —declaró.


¿Qué tipo de hombre no llamaba nunca a su hija, ni la felicitaba por su cumpleaños? Aunque su madre lo odiase, no era una excusa para ignorar a su hija.


—Nunca le importamos. Eso es todo —dijo Paula para zanjar el tema.


A él se le encogió el corazón al verla tan dolida. 


Deseó hacer algo para consolarla, pero en lugar de eso siguió andando hacia la casa.


—¿Sabes? Hay una cosa que hacían mis padres y Laura con algunos de los niños que venían a casa. Muchos de ellos hacía años que no veían o hablaban con sus padres. Mis padres les preguntaban: si tuvieses la oportunidad, si tuvieses a tu madre o a tu padre aquí, ¿qué les dirías?


Paula dudó.


—No le diría nada, porque no significa nada para mí.


Pedro la agarró de la mano e hizo que se volviera para mirarlo.


—Paula, si estuviese aquí, ahora, dispuesto a escucharte…


Ella suspiró. ¿Qué le diría? Intentó imaginárselo. ¿Sería alto, pelirrojo como ella? ¿Tendría un rostro amable?


—Le diría que ha llegado tarde. ¡Demasiado tarde!



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