miércoles, 17 de abril de 2019

UN ASUNTO ESCANDALOSO: CAPITULO 26





Después de meter a Rafael en un taxi y mandarlo al aeropuerto, Pedro fue a buscar a Paula. Le dolía un poco la cabeza, del coñac.


La encontró casi sumergida por completo en un baño de espuma, mordiéndose las uñas. Le dio en la mano, para quitarla de su boca.


—Supongo que vas a salir.


Ella asintió.


—Imaginé que no querrías venir.


Pedro se sentó en el borde de la bañera y se sintió aturdido por el coñac y por el vapor. No le apetecía nada pasar la noche con los Blackstone.


Aunque tal vez fuese útil para Rafael que él conociese un poco cómo funcionaba la familia. 


Quién estaba a la cabeza, quién tenía más posibilidades de oponerse a aceptarlo y quién podía echarle una mano, si es que había alguien.


Tuvo una idea…


Pedro, ¿le has hablado a alguien de la boda?


—No —contestó él acariciándole el pelo.


—Es que conozco bien Port Douglas y sé que hay algo que no es normal. Puedo oler a un fotógrafo a dos kilómetros de distancia.


—Y se te ha ocurrido que yo había podido avisar a la prensa.


Ella sacó la mano de debajo del agua y le tocó la rodilla, mojándole el pantalón. La indignación de Pedro desapareció al ver aparecer entre la espuma un pezón rosado y erguido.


—No —respondió ella—. Es sólo que hay algo que no va bien.


—¿Entre nosotros, quieres decir? —preguntó él sin poder evitarlo, a pesar de saber que, después de haberse bebido media botella de coñac, no era el mejor momento para entrar en conversaciones profundas—. Supongo que me merezco que desconfíes de mí —al fin y al cabo, había sido el primero en chantajearla con la boda.


Si lo pensaba, tenía que reconocer que se merecía que lo colgasen y lo descuartizasen por todas las mentiras que le había contado, y por todos los secretos que guardaba. Justo cuando había decidido darle una oportunidad a su relación, lo había llamado sir John, y luego había ido a verlo Rafael. ¿Cómo iba a justificarse delante de ella?


—No he pensado que tú hayas llamado a los medios. Es sólo… —Paula suspiró y tomó una esponja mientras sacaba la rodilla del agua—. Quiero que todo salga perfecto.


¿Perfecto? Lo que era perfecto era su rodilla, pensó él. Notó que se excitaba y se humedeció los labios con la lengua.


—Seguro que la prensa ha venido por Rafael.


—¿Tú crees? —preguntó Paula, sonriendo aliviada.


—Lo siguen allí adonde va.


—¿Y qué ha venido a hacer aquí?


Pedro le quitó la esponja de la mano.


—Negocios. Levanta la pierna.


—¿La pierna? —Paula dudó, como si esperase una respuesta más exhaustiva a su pregunta.


Pedro la miró a los ojos, retándola. Metió la esponja en el agua y la mojó. A ella le brillaron los ojos. Una gota de agua le corrió por la frente y Pedro se olvidó de los Blackstone, de la prensa y de las acciones. Se olvidó de todos los secretos. La vio levantar la pierna y le agarró el pie para lavárselo mientras ella se retorcía.


—He estado pensando. ¿Te parece bien si voy a la boda contigo?


Ella sonrió.


—Me parece estupendo. Lo arreglaré todo esta noche.


Él le frotó el muslo, se mojó los antebrazos, los pantalones, y el agua hizo que se excitase todavía más.


—¿Cuánto tiempo tengo antes de que te marches?



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