lunes, 29 de abril de 2019

AMORES, ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 29





Durante el trayecto al hospital, Paula no fue consciente de nada de lo que pasaba a su alrededor, excepto de que Maria le susurraba para hacer que se sintiera mejor. Sin embargo, Paula tenía el presentimiento de que algo muy grave había sucedido.


Pedro la llevó en brazos hasta urgencias a  pesar de que los médicos trataron de impedírselo. Paula no sabía lo que él decía o hacía, pero muy pronto estuvo en una camilla mientras un hombre de aspecto distinguido la examinaba.


— ¿Le duele?


—Ahora no —respondió ella—. He perdido a mi hijo, ¿verdad?


— ¿Le hizo eso su acompañante? —preguntó él, tocándole el hematoma de la mejilla.


— ¿Pedro? —Preguntó con indignación—. ¡Desde luego que no! Había un borracho en el aparcamiento.


—En ese caso, le dejaremos pasar mientras la mantenemos en observación para escuchar los latidos del bebé —añadió, algo más relajado.


— ¿El bebé está… vivo? —preguntó con incredulidad.


Se sentía tan aliviada que no se molestó en decirle que Pedro no debería estar allí. Cuando el monitor reprodujo los rápidos latidos del corazón del bebé, le pareció la música más hermosa que había escuchado en su vida. Cerró los ojos y empezó a llorar. Ni siquiera miró a Pedro, que estaba en silencio en una esquina de la pequeña habitación.


—Pero estaba sangrando —reiteró, cuando la ansiedad volvió a adueñarse de ella.


—Una pérdida sin importancia. No se preocupe. Le vamos a hacer una ecografía inmediatamente. La veré más tarde en la sala.


—Gracias —suspiró Paula con una leve sonrisa de agradecimiento.


El médico desapareció tras la cortina y se quedaron los dos solos. «Bueno los tres», pensó Paula, acariciándose el vientre con un gesto protector. Luego le miró, con desafío y 
precaución en los ojos.


Pedro parecía tan poco afable, tan serio, que Paula tembló de aprensión.


Resultaba imposible adivinar lo que estaba pensando.


—Yo… gracias por librarme de Simón. Ya puedes irte. Dile a Maria que estoy bien, ¿de acuerdo?


—Gracias por darme permiso —respondió con sarcasmo—. Pero me iré cuando me dé la gana y no antes. ¿Por qué demonios se te ocurrió empezar a salir con Hay? No se me habría ocurrido que te gustase reavivar viejas llamas.


—No estaba…


—Estabas esperándolo en el maldito aparcamiento. Embarazada. ¿Cómo has podido ser tan estúpida e insensata? Un hombre que te pega y te deja embarazada. Si eso es lo que te gusta, ¡adelante! Pero no expongas a una criatura inocente a todo eso.


A Paula la había asustado mucho la idea de que Pedro descubriera que estaba embarazada. Ahora creía que Simón y ella… Debería haberse sentido aliviada, pero sin embargo estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía a pensar…? Se había imaginado que se daría cuenta instintivamente de que el bebé era suyo. Estaba enojada con él por no darse cuenta de…


—Naturalmente, debería haberte pedido tu opinión —dijo Paula, enfurecida. A pesar de ello, no pudo evitar fijarse en todos lo detalles, en los ojos azules, en la forma en la que el pelo se le rizaba en el cuello, la sombra que le hacían las pestañas sobre las mejillas…—. Ve a decírselo a Maria. Estará preocupada.


Y dio un suspiro de alivio cuando se marchó a hacer lo que ella le había pedido.




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