lunes, 29 de abril de 2019

AMORES, ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 28




Aquella tarde hablaron de lo que jamás habían hablado antes, pero ninguna de ellas mencionó a los hombres que habían marcado sus vidas.


La única persona en Mallory’s que sabía que Paula estaba embarazada era Maria. En aquellos días, no tenía mucho contacto con nadie y menos ahora que se le había acabado el trabajo temporal por lo avanzado de su gestación. Por eso le gustaba visitar a su antigua colega y a su marido. Tenían hijos, pero ya eran unos adolescentes y Paula miraba con envidia las relaciones entre los miembros de aquella gran familia.


Paula miró al reloj. Estaba esperando a Maria, como tenían por costumbre en el aparcamiento subterráneo de Mallory’s. Pasándose una mano por el abultado abdomen, que ya no conseguía ocultar ni una camisa ni un jersey de talla más grande, pensó en los comentarios que provocaría su presencia en la agencia.


¿Y si Pedro se enterase? ¿Reconocería al niño? 


Sin embargo no era eso lo que ella quería. ¡El niño era sólo suyo!


—Vaya, vaya, vaya…


Paula se sobresaltó y se dio la vuelta.


— ¡Simón!


— ¿Has vuelto a tratar de conseguir tu antiguo trabajo?


Paula se dio cuenta de que estaba borracho.


—Estoy esperando a alguien —dijo, esperando de todo corazón que apareciese Maria.


—Al don perfecto señor Alfonso, supongo —farfulló.


Ella sintió tanto pánico al saber que Pedro estaba en el edificio que no advirtió que Simón la estaba recorriendo de arriba abajo con la mirada. Cuando a Simón se le cayeron las llaves del coche, volvió a ser consciente de la situación.


—Espero que no vayas a conducir en ese estado —dijo Paula cuando olió el tufillo a alcohol que emanaba del cuerpo.


— ¡Espero que no vayas a conducir en ese estado! —repitió, imitándola—. ¡Hago lo que me da la real gana! ¿Me oyes? Eres una…


Paula dio un grito cuando él se abalanzó hacia ella y, agarrándola por el pelo, la empujó contra el coche de Maria.


— ¡Suéltame! —gritó Paula, aunque no quería mostrar miedo.


Simón estaba apoyado contra ella, contra su bebé. Paula quería gritar, pero nadie podía oírla. 


¡Tenía que proteger a su hijo!


—No era lo suficientemente bueno para ti, ¿verdad? Bueno, ahora sí lo voy a ser…


Simón le retorció el pelo con los dedos e intentó besarla, con una boca húmeda y caliente. El cuerpo de Paula estaba rígido por la sorpresa y el asco.


Instintivamente, le mordió en la boca para intentar repeler el asalto. Simón levantó la cabeza, maldiciéndola mientras se palpaba la sangre que le manaba de la herida. A continuación, levantó la mano y la abofeteó tan violentamente que hizo que se le fuera la cara hacia atrás. Estaba a punto de volver a hacerlo cuando alguien lo apartó de ella.


Paula fue deslizándose poco a poco hasta el suelo, ya que las piernas le temblaban tanto que no la sujetaban. Maria apareció a su lado, mientras, algo más allá se oía los golpes producidos por una pelea.


—Algo va mal… —dijo Paula—. El bebé… —añadió con la voz temblándole de miedo.


De repente, Pedro se materializó a su lado.


— ¿Está bien? —preguntó mientras se frotaba los nudillos de la mano derecha.


—Necesitamos una ambulancia —respondió Maria con urgencia.



— ¿Qué le ha hecho ese canalla?


—No, es el bebé —respondió Maria mientras le acariciaba la frente a Paula.


La expresión del rostro de Pedro se heló. 


Recorrió la figura de Paula, desplomada en el suelo, y por fin descubrió el abultamiento de su vientre.


—No hay tiempo. Vamos en mi coche.


Entonces se agachó y la levantó del suelo. 


Parecía una muñeca de trapo entre los brazos de Pedro. Ella estaba pálida como la cera y, cuando abrió un momento los ojos, no pareció reconocerlo.



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