lunes, 29 de abril de 2019
AMORES, ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 27
Paula se sobresaltó cuando su madre entró en el pequeño cuarto de estar con una bandeja.
Dejó de mirar por la ventana y se sentó. La mejor porcelana. Su madre siempre sabía cuándo una ocasión era especial. Paula pensó que sus visitas a casa de su madre se habían hecho tan raras que Lydia Chaves sabía que no había nada de casual en aquella visita.
Paula no protestó mientras su madre echaba el azúcar en la taza con mucha liberalidad, a pesar de que había dejado de tomarlo cuando era una adolescente. Antes, eso la hubiese irritado mucho, pero ahora tenía cosas más importantes en la cabeza.
—Has dejado tu trabajo. ¿Te parece una buena decisión?
Octavio Llewellyn le había pedido que se quedara tras acabar las seis semanas previas para hacer efectiva su dimisión. Se había sentido emocionada y agradecida por su interés en que se quedara.
—Era necesario. Tengo buenas referencias. Ahora me he apuntado una agencia de trabajo temporal.
—Pero, estarás buscando algo mejor, ¿verdad?
Paula tomó aliento.
—En teoría, un embarazo no debería suponer ningún impedimento para que te contraten, pero, en la realidad, resulta siempre un obstáculo. Nunca lo dicen, pero…
Su madre abrió mucho los ojos bien maquillados.
Había entendido el mensaje. Paula, que había estado esperando gritos, se relajó un poco. Tal vez aquello no iba a ir tan mal como ella había esperado.
— ¿Te lo vas a quedar?
— ¡Sí! —respondió.
—Así que voy a ser abuela. ¿Quieres más té?
—Nunca dejarás de sorprenderme —comentó Paula con una sonrisa incrédula en los labios.
—En este caso, la sorprendida soy yo. Me imagino que te cerrarás en banda si te pregunto el nombre del padre, ¿verdad? —Dijo Lydia mientras una expresión de dolor recorría el rostro de su hija—. En ese caso, no lo haré. Me ceñiré a los asuntos prácticos. ¿Estás pensando venirte aquí?
Paula notó algo de alivio en el rostro de la madre cuando negó con la cabeza. La pequeña casa de campo sólo tenía dos dormitorios y en uno de ellos sólo cabía una cama pequeña.
—No, me quedaré en mi piso.
Las últimas seis semanas habían sido uno de los periodos más confusos de su vida, pero más allá de la confusión y del miedo, había descubierto una gran felicidad por llevar el hijo de Pedro en sus entrañas. No se había dado cuenta de esa alegría hasta que el médico le había hecho la misma pregunta que su madre.
Entonces, descubrió cuánto deseaba a aquel hijo y pasó de sentirse abrumada por el peso de la responsabilidad a ser una madre feliz y expectante.
— ¿Cómo te las vas a arreglar… económicamente?
—Como tú.
— ¿Va a ayudarte el padre? Tu padre nunca eludió su responsabilidad, Paula. Mi trabajo en la floristería no nos hubiese mantenido.
Paula apartó los ojos. Se sentía incómoda por que no podía decirle a su madre que le resultaba imposible decirle a Pedro lo del bebé. ¿Cómo podía esperar un compromiso de lo que sólo había sido una relación física? No tenía derecho a hacerle aceptar un hijo no deseado y prefería guardar silencio. El hecho de que ella se hubiera enamorado no alteraba la naturaleza superficial de la relación que había existido entre ellos.
—En realidad, Oliver me dejó un legado…
Lydia se puso blanca.
— ¿Me estás intentando decir que Oliver…? —Preguntó con voz ahogada—. ¡No!
— ¡Mamá! —Exclamó Paula, sintiéndose herida—. Tú también… — dijo. Pero poco a poco el enojo se fue transformando en preocupación al ver la palidez de su madre—. ¿Quieres algo… un coñac…?
—No, estoy bien.
—Pues no lo parece —dijo Paula—. Oliver me dejó un montón de acciones. Pero no me preguntes por qué. No tengo ni idea.
—Te equivocas, querida. Yo sí lo sé. Lo sé muy bien.
— ¿Qué?
—Antes de conocer a tu padre, conocí a Oliver Mallory’s. Lo conocí muy bien…
— ¿Por qué no me lo dijiste cuando empecé a trabajar para él?
—Porque yo le pedí a Oliver que te admitiera como administrativa.
— ¿Estás diciéndome que me nombró su ayudante personal porque te acostaste hace años con él? —preguntó Paula, sintiendo que le faltaba el aire.
—No… yo no tuve nada que ver con eso. No te hubiese dado ni siquiera la primera oportunidad, si no hubieras valido. Oliver no toleraba la incompetencia —dijo, retorciéndose las manos—. Fue sólo que yo quise darte un empujoncito. Lo necesitabas tanto. Había tantas chicas tan preparadas como tú… Sólo quería ayudar.
— ¿Y se acordaba de ti después de tantos años?
—No tuvimos sólo una aventura. Estuve a punto de casarme con él.
—Oliver y tú… —murmuró con incredulidad—. ¿No era mi…?
—¿Padre? —dijo Lydia con una sonrisa amargada—. No, pero podría haberlo sido, si todo hubiese salido de otro modo. Oliver era un hombre muy ambicioso —recordó—. Creía que una mujer y unos hijos hubiesen sido una carga para su carrera. Le di un ultimátum pensando que me escogería a mí. Pero no lo hizo. Luego, me casé con tu padre, te tuve a ti y luego Oliver volvió a aparecer. Y reanudamos lo que habíamos dejado a medias.
—¿Lo supo papá?
—Oliver se las arregló para que se enterara. Podía llegar a ser despiadado, quería que yo dejara a tu padre y… a ti. Pero no pude. No volví a verlo después de la última discusión, y tu padre y yo intentamos arreglar lo nuestro. Nunca me perdonó y se marchó. Así que, ya ves, a su manera, de la única manera que sabía, Oliver intentó compensarnos por lo que nos hizo.
—Pensé que papá se había marchado por mi culpa —dijo Paula con la voz temblando por el llanto.
—Sabía que estaba siendo egoísta al dejarte pensar eso, pero también sabía la mala opinión que te hubieras formado de mí si te hubiese dicho la verdad. Pablo siempre trató de mantener el contacto con nosotras. Estuvo trabajando en el extranjero durante mucho tiempo y cuando volvió, ya tenía una nueva familia de la que ocuparse.
—Y yo sobraba…
—No, cariño, no es eso. Fue que se sentía un extraño después de todos esos años. Pero nunca olvidó su compromiso económico con nosotras.
Paula pensó en que, si hubiera sabido todo aquello, no se habría sentido tan abandonada y culpable. Pero ya era demasiado tarde para especulaciones. Su padre había muerto hacía tres años. Lydia añadió:
—En todos esos años, nunca traté de ponerme en contacto con Oliver ni le pedí nada hasta que empezaste a buscar trabajo… ¡Te lo juro!
Paula abrazó a su madre. Todas aquellas revelaciones le hacían verla con distintos ojos.
Siempre había creído que era una persona superficial y ahora descubría que se había pasado media vida intentando olvidar una trágica historia de amor en brazos de otros hombres.
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