miércoles, 24 de abril de 2019
AMORES ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 10
Paula sintió que toda su vehemente resistencia flaqueaba cuando descubrió la mirada cínica de sus ojos. Admitió que Pedro la tenía contra las
cuerdas. La música paró y se quedaron quietos en medio de la pista de baile.
Paula estaba tan absorta en su pareja que no oyó a Alex la primera vez que le habló.
— ¿Me concedes el siguiente baile, Pau?
Ella se dio la vuelta, con los ojos muy abiertos y las mejillas sonrosadas por la conversación que había tenido con Pedro.
—Adelante, cariño —la animó Pedro, dándole un golpecito en el trasero—. Es lo menos que puedo hacer, ya que indirectamente eres responsable de que haya conocido a Paula. Por cierto, odia que la llamen Pau, ¿es que nunca te lo dijo?
La música volvió a empezar y Pedro abandonó la pista, pasando entre la gente con grandes zancadas.
— ¿Bailamos?
Paula se armó de valor y sonrió tensamente.
Había estado mirando a Pedro como una idiota y la vergüenza que sentía por ese comportamiento hizo que se sonrojara.
—Tienes buen aspecto, Pau…Paula —dijo Alex con torpeza—, casi no te conocía.
— ¿Debería sentirme halagada? Sin embargo, sigo siendo yo, Alex.
¿O acaso no lo era?, se preguntó algo aturdida.
Las noches de amargura y sufrimiento, la sensación de traición e impotencia contra las que había luchado parecían muy lejanas mientras contemplaba el objeto de aquellos deseos frustrados.
—Pareces distinta.
Ella lo miró con curiosidad, sorprendida de que pudiese ser objetiva. La voz de Alex sonaba algo herida por la transformación, aunque ésta consistiera sólo en un traje sofisticado y un aire de seguridad en sí misma que era en gran parte falso.
¿Había mirado alguna vez Alex dentro de ella?, se preguntó. Ella era muy joven y muy influenciable cuando lo conoció. La única discusión que habían tenido fue cuando ella insistió en que quería ser algo más que una simple recepcionista. Alex se contrarió mucho cuando ella insistió en marcharse a hacer un curso de Empresariales y volver a casa sólo los fines de semana.
—Todo el mundo madura, Alex —manifestó ella con algo de tristeza por la inocencia perdida. Todo el mundo supo lo de Alex y Ana mucho antes de que ella se diese cuenta.
—Te traté muy mal.
—Sí —asintió ella mientras él retiraba la mirada.
Siempre había querido que él se preguntara si había tomado la decisión correcta y ahora Alex lo estaba haciendo. Paula se sorprendió por lo poco que se alegró por ello.
—Es una boda preciosa.
—Yo hubiera preferido algo más sencillo.
—Pero Ana no —precisó ella con una débil sonrisa.
Alex se encogió de hombros y Paula se esforzó por no pisarle. ¡Bailar con Pedro había sido tan fácil!
—Las bodas hacen aflorar las emociones —dijo ella sin pensarlo.
—Te echo de menos. Nunca me imaginé cuánto…
Las palabras que siempre había deseado escuchar la llenaron de pánico.
—Me parece que no deberías decir eso, Alex.
Él la había llevado a un rincón y su voz resonó con fuerza.
—Es verdad.
Paula, alarmada, se dio la vuelta y vio a Pedro, que los observaba tranquilamente, apoyado contra una columna.
—Sólo estaba… —se defendió Alex, soltando a Paula mientras daba un paso atrás.
—Sé exactamente lo que estabas haciendo, amigo —dijo Pedro con una sonrisa benevolente en los labios, aunque la expresión de sus ojos hizo palidecer a Alex—. Sugiero que te vayas por tu lado y que Paula se vaya por el suyo. Por cierto, cariño, he reservado la última habitación que quedaba. Has bebido demasiado y yo no estoy dispuesto a conducir ese cacharro que tienes.
—Pero… —tartamudeó ella con la alarma reflejada en los ojos.
—No tienes que ir a trabajar hasta el martes, así que no tienes por qué preocuparte.
—Hasta luego, Pau —musitó Alex.
— ¿Qué? Sí, claro.
Seguro que aquel intercambio de palabras le habría parecido a Alex muy íntimo. Una pequeña riña de enamorados.
— ¿No me vas a dar las gracias por rescatarte? ¿O tal vez la señora no quería ser rescatada? Probablemente seducir al novio el día de la boda es el tipo de venganza que habías estado deseando.
—Mis deseos no son asunto tuyo. ¿Cómo te has atrevido a entrometerte? — bufó ella—. Lo único que espero es que lo de la habitación sea mentira.
Él se encogió de hombros.
— ¿Cómo esperas llegar a casa? Has bebido mucho.
—Este sitio es demasiado caro para mí —susurró ella mientras la cabeza le daba vueltas y no precisamente por el vino.
—No te preocupes, pago yo.
—Pareces muy generoso de repente —dijo Paula con sospecha.
—Bueno, al menos no te has negado a pasar la noche conmigo.
—No tengo intención de pasar la noche contigo. La pasaré con mi madre.
—Se marchó hace un rato… acompañada. Seguro que no serías bien recibida.
Paula tragó saliva al darse cuenta de que tenía razón.
— ¿Cómo sabes que no tengo que ir a trabajar hasta el martes? —le preguntó ella dándose cuenta de repente de aquel detalle.
—Debes de habérmelo dicho mientras te inventabas toda esta historia — respondió él tranquilamente.
Muy enojada, Paula contuvo la respiración.
—No creo haber dicho nada de eso. Además, me parece que dudas de que sea capaz de trabajar.
—Depende de lo lejos que hayas llegado por tu cara bonita.
Ahora se daba cuenta de que efectivamente se estaba burlando de ella. ¡No se consideraba precisamente bonita!
—Llegué hasta dónde estoy gracias a mis propios méritos y algo de suerte, sin acostarme con nadie. Sólo porque tú recurras a tu físico y a un encanto dudoso, no tienes derecho a pensar que todo el mundo hace lo mismo.
—Deduzco que tu jefe te tomó mucho cariño. Supongo que tu moralidad intachable no te permitió que te aprovecharas, ¿verdad? —respondió Pedro secamente.
—Oliver sólo me dio la oportunidad de que demostrara lo que valgo —dijo ella con dureza. La idea de que algo o alguien hubiesen podido influir en Oliver era para partirse de risa—. Pero, si su sucesor tiene las mismas ideas que tú, pronto estaré en la calle. Y estoy segura de que eso será lo que le habrán aconsejado.
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