miércoles, 13 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 37




Paula se había arrepentido inmediatamente de mencionar a su padre. Era un tema que intentaba evitar con casi todo el mundo.


—Lo siento, no he podido resistirlo. ¿Y tú padre? ¿Todavía vive?


—No. Murió hace poco en un accidente de coche —Paula deseó que su voz sonara natural, libre de cualquier tipo de sentimientos, que era el tono que quería mantener en la conversación.


La expresión de Pedro se ensombreció.


—Lo siento. Para ti debió de ser muy duro.


Paula se encogió de hombros.


—Así es la vida, ¿no?


—¿Sabes? Conmigo no hace falta que te comportes así. Supongo que sientes algo por tu familia.


—Exacto.


—¿Y tu madre? ¿Vive en Phoenix?


—Murió cuando yo tenía diez años de un cáncer de pecho.


Pedro frunció el ceño y permaneció en silencio un momento mientras Paula se esforzaba en recuperar la despreocupación que compartían minutos antes.


—Supongo que eso hace que la muerte de tu padre haya sido mucho más difícil para ti.


Era tan tonta… Los ojos se le llenaron de lágrimas y estaba a punto de ponerse a llorar como una niña delante del hombre al que estaba intentando sacarse de la cabeza.


—¿Estás bien? —Pedro se levantó, se acercó a ella, se sentó a su lado y la abrazó cuando ella intentó apartarse.


Paula sintió que le temblaba el labio. Era la mayor estúpida de la Tierra.


—Sí, claro que estoy bien.


—No, no estás bien.


—Lo único que pasa es que estoy perdiendo un poco la cabeza, eso es todo.


Pedro la envolvió en sus brazos y la estrechó contra él y Paula se descubrió resistiendo la urgencia de apoyar la cabeza en su hombro y sintiéndose mucho más confortada por aquel abrazo de lo que le habría gustado.


Comenzó a sollozar como una niña. Quizá no se hubiera permitido llorar la muerte de su padre durante el tiempo que habría sido necesario, pero no entendía lo que le estaba pasando.


Al cabo de unos minutos, se tranquilizó y se apartó de Pedro.


—Lo siento —le dijo, secándose los ojos.


—No pasa nada. Se supone que este tipo de cosas lo afectan a uno.


—Pero no se supone que tengo que convertirme en un caso perdido —se levantó y comenzó a quitar la mesa.


—Ya me encargaré yo —protestó Pedro, pero Paula ya estaba casi en la cocina.


—Tú trae los vasos —le gritó por encima del hombro.


En cuanto dejó los platos en el fregadero, se volvió hacia él.


—Debería marcharme —le dijo—. Supongo que hoy tienes que trabajar ¿no?


—Sí, desgraciadamente tengo que pasar un rato por la oficina.


La estrechó contra él y le dio un beso en la frente.


—¿Por qué no te relajas y disfrutas de tus vacaciones? Podemos vernos otra vez esta noche. ¿Te apetece que quedemos para cenar?


Paula no pudo evitar al pensar que iba a pasar otra noche con Pedro, compartiendo más de lo que hasta entonces habían compartido. No, definitivamente, todavía no se había curado.


—Me parece bien —le dijo—. ¿Qué te parece que si vienes a buscarme alrededor de las seis?


—Mejor a las cinco y media. Así tendremos tiempo para disfrutar de un buen aperitivo antes de la cena. No sé si sabes lo que quiero decir.


Claro que lo entendías. Paula suspiró, maravillada por el torbellino de sentimientos que aquel hombre era capaz de despertar en ella. 


Enfado, deseo, risa, más deseo, melancolía, excitación…


Si no conseguía curarse pronto, no sabía lo que iba a hacer. A lo mejor buscar una camisa de fuerza y encerrarse en una habitación acolchada.



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