martes, 12 de marzo de 2019
AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 33
Paula no sabía lo que iba a hacer cuando estuviera a solas con Pedro en su habitación, sabiendo que de un momento a otro podía aparecer el ama a la que había contratado.
Aquélla era una de esas situaciones embarazosas en las que la conversación parecía inapropiada, pero, por primera vez en su corta y extraña relación, meterse en la cama parecía prematuro.
Pedro estaba tumbado en la cama con la peluca y las gafas, y, a pesar del disfraz, continuaba teniendo un aspecto condenadamente atractivo.
Estaba hojeando un ejemplar de la revista Chloe, deteniéndose de vez en cuando para admirar a las mujeres prácticamente desnudas que aparecían entre sus páginas y riendo mientras leía los artículos de sexo en los que intentaba dar consejos sobre cómo satisfacer a un hombre en la cama.
—¿De verdad lees estas revistas? —le preguntó a Paula.
—No, las compro por las fotografías. ¿Qué te parece?
—Creo que no necesitas ninguno de esos consejos. Tú ya no necesitas que nadie te diga que no está mal hacer ruidos en la cama.
Paula no pudo evitar en la sonrisa.
—No sabía que hubiera gente que necesitara que le dijeran que se pueden hacer ruidos mientras se hace el amor.
—Pues según los artículos de Chloe, la hay.
Paula se tumbó a su lado y comenzó a leer por encima del hombro.
—Ah, ¿y también está bien que me toque?
—¿Necesitas acaso mi permiso?
—Mira, aquí lo dice. «Hay hombres a los que les gusta que la mujer tome la iniciativa y se ayude así misma a alcanzar el orgasmo. Y verte tocándote puede ser para él de lo más excitante».
Pedro la miró con expresión pensativa.
—Creo que hoy ya me has demostrado esa teoría —replicó Paula, dándole un codazo—. No hay un solo hombre sobre la Tierra al que no le encante ver a una mujer masturbándose.
—Eso no lo discuto.
—¿Qué otras perlas trae la revista? —Paula intentó leer, pero tener a Pedro tan cerca, tan cálido, y tan en la cama, era un serio motivo de distracción.
Y lo fue todavía mucho más darse cuenta de que había pasado toda la tarde con él y realmente había disfrutado. Dejando a un lado la interrupción del conserje y el incidente con el tipo calvo, no podía recordar la última vez que se lo había pasado tan bien con alguien fuera de la cama.
Y a lo mejor había reaccionado exageradamente con lo del ama, no debería haberse puesto a coquetear con ese tipo. Definitivamente, había sido un error de cálculo, pero Pedro se había comportado de manera admirable y le encantaba que no se hubiera empeñado en mostrarse como un tipo duro.
—Entonces, ¿tenías mucho miedo de que se te cayera la peluca? —preguntó, sin ser capaz de no reír.
—¿De qué estás hablando?
—Ya sabes, de cuando ese tipo calvo nos estaba acosando.
Pedro se quedó en silencio un momento, pero Paula no tardó en darse cuenta de que él también estaba riéndose. Aquello la hizo estallar en carcajadas.
Su propia peluca le resultaba calurosa y le picaba y estaba deseando quitársela y tirarla hasta el otro extremo del dormitorio. Mientras reía, la peluca se le torció y se le cayó en pleno rostro.
Pedro se obligó a controlarse.
—Déjame arreglarte eso —alargó la mano hacia la peluca, pero Paula se la apartó.
—¿Sabes? Es de muy mala educación colocarle la peluca a una mujer.
La propia peluca de Pedro empezó a resbalar sobre su frente, haciendo reír a Paula hasta caer de espaldas en la cama.
—¿Qué pasa? —preguntó Pedro, palpándose la peluca y colocándosela en la posición correcta—. ¿Nadie te ha dicho nunca que es de muy mala educación reírse del peluquín de un hombre?
—Lo siento, ya sé que los hombres sois muy sensibles a ese tipo de cosas.
Pedro se tumbó en la cama, a su lado.
—Son el tipo de cosas que sólo se comparten con el hombre de tu vida, que, supongo que esta noche soy yo, ¿no?
Paula elevó los ojos al cielo.
—Soy bastante desinhibida a la hora de hablar. No me importa del tema que sea.
Pedro leyó el titular.
—«¿Cuál es tu Coeficiente Sexual?». Supongo que es como el coeficiente intelectual, pero relativo al sexo. ¿Quieres saber cuál es tu coeficiente intelectual? ¿O cuál es el mío?
—Creo que ya tengo una idea bastante aproximada.
Pedro dejó la revista a un lado y sonrió.
—Tienes una risa magnífica. Una risa muy femenina, muy sexy.
—¿De verdad?
Pedro tenía la mirada clavada en su boca y Paula se dio cuenta entonces de lo mucho que lo deseaba, de las ganas que tenía de que la abrazara y la besara hasta dejarla sin sentido.
—Sí —contestó Pedro, a punto ya de besarla.
Llamaron entonces a la puerta y se miraron el uno al otro como si estuvieran diciéndose «oh-oh».
—El ama —susurró Paula—. ¡No hemos hablado siquiera de cómo vamos a manejar la situación!
—Le diré que hemos cambiado de opinión. O, mejor aún, que te has enfadado conmigo porque quería unirme a la acción y ahora te niegas a participar en un trío —susurró Pedro.
—Sí, claro, ahora échame las culpas a mí.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario