lunes, 11 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 31





Pedro permanecía sentado, sin saber qué hacer. 


Si asumía el papel de propietario del establecimiento e iba a comprobar la seriedad de aquel apagón, corría el riesgo de descubrir su disfraz. Pero si continuaba en el bar, se arriesgaba a que cualquier otro fuera incapaz de controlar la situación y los huéspedes terminaran furiosos.


Paula miró a su alrededor y suspiró.


—Me temo que esta noche no vamos a ver casi nada.


—Estoy pensando que debería ir a ver cuál ha sido el problema y asegurarme de que se está solucionando correctamente.


Paula lo agarró con fuerza del brazo.


—¿No tienes empleados que puedan encargarse de ese tipo de cosas?


—Sí, pero ésta es la primera vez que ocurre algo parecido. Es posible que la gente no esté todavía familiarizada con los procedimientos a seguir —pero Paula tenía razón, él confiaba en la capacidad de los directores para controlar ese problema.


La música había cesado. A su alrededor, la gente reía y hablaba nerviosa. La gente adoptaba aquel tono susurrante que siempre seguía a un apagón, como si la gente temiera que, si hablaba en voz alta, quizá la luz no volviera.


Por lo menos las luces de emergencia de luz proporcionaban suficiente iluminación para que los clientes no chocaran entre sí. Mostraban también la dirección de la salida y, el procedimiento normal tras un corte de luz, era que la gente fuera evacuada del edificio.


Los empleados se reunieron tras la barra y Pedro los estaba oyendo discutir sobre esa misma cuestión cuando las luces volvieron.


El director del club subió al escenario.


—Gracias a todo el mundo por su paciencia. No sabemos todavía si la tormenta está atacando con fuerza a la isla en este momento o hay demasiada gente utilizando los jacuzzis al mismo tiempo —la gente se echó a reír y él continuó—.Así que, que siga la fiesta.


La música comenzó a sonar y el ambiente del club recobró al instante su anterior alegría.


—Nos hemos salvado por los pelos —dijo Paula.


—Quién sabe si eso ha sido el fin del problema.


Unos pocos minutos después, Mike D'Amato les sirvió las copas y al poco rato llegó la camarera con una bandeja de aperitivos.


—Mmm, gracias por pensar en la comida. Toda esta espera me está poniendo hambrienta.
  

Paula tomó un langostino y lo hundió en la salsa de mango. A continuación, lo mordisqueó con la mirada fija en Pedro. Éste sintió inmediatamente el efecto en su entrepierna y decidió que si Paula no salía pronto de su cabeza y de la isla, iba a terminar volviéndose loco.


Devoraron los aperitivos y pidieron una segunda, sin dejar de estar pendientes ni un solo segundo de cualquier cosa extraña que pudiera ocurrir en el bar. Pero no hubo suerte. Al cabo de una hora y media, ambos estuvieron de acuerdo en que deberían atacar el problema más directamente.


—¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —preguntó Paula—. Si quieres, puedo hacerle yo la pregunta.


—Gracias, pero creo qué si lo hago yo, resultaré más convincente.


Le hizo un gesto a Mike para llamarle la atención.


—¿Otra ronda? —preguntó el camarero cuando llegó a su lado.


—La verdad es que —dijo Pedro, inclinándose hacia él y hablando lo más bajo que le permitía la música—. Quería pedirle algo que no aparece en la carta.


Mike lo miró receloso.


—Haré todo lo que esté en mi mano para proporcionárselo.


—No es una copa.


—¿Entonces qué es?


—He oído decir que por aquí se pueden obtener servicios especiales si se paga lo debido.


—¿Ah, sí? ¿Y a quién se lo ha oído decir? —el camarero sonaba más receloso que dispuesto a ayudar.


Era evidente que Pedro no se había ganado su confianza, aunque tampoco esperaba que fuera fácil.


Sacó un billete de cincuenta dólares de la cartera y se lo tendió al camarero.


—Esto es sólo a cambio de información —dijo Pedro—. Estoy buscando una tercera acompañante para mi novia y para mí, no sé si entiende lo que quiero decir.


El camarero suavizó su expresión.


—Sí, creo que me ha quedado perfectamente claro —tomó el billete y se lo guardó en el bolsillo—. ¿En qué clase de compañía está interesado?


—¿Un poco de sadomaso, quizá?


—¿Para usted o para la señora? —señaló a Paula con la cabeza, que se estaba esforzando en parecer aburrida.


—Para ella —contestó—.A mí me gusta mirar.


Mike asintió.


—Está hecho. ¿Quién le ha dicho que podría encontrar aquí ese tipo de servicios?


—Otro de los huéspedes del hotel. Uno de sus felices clientes.


—Necesitaré el número de su habitación más quinientos dólares por adelantado.




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