domingo, 10 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 28





Paula y Pedro consiguieron almorzar sin discutir y, para cuando terminaron, Pedro estaba sorprendido de haber disfrutado realmente de su compañía estando fuera de la cama.


Probablemente, Paula se estaba portando de forma intachable para conseguir lo que quería de él. En unos cuantos días, esperaba que estuvieran tan hartos el uno del otro que Paula estaría loca por encontrar un vuelo que la sacara cuanto antes de aquel lugar.


Después del almuerzo, recorrieron el centro, mientras Pedro supervisaba todo lo que estaba ocurriendo. La tormenta de la noche anterior había causado algunos daños, pero el equipo de mantenimiento había hecho un excelente trabajo y lo había limpiado todo muy rápidamente.



Aunque había habido algunas quejas sobre anulación de algunas de las actividades previstas por culpa del tiempo, la mayoría de los huéspedes se mostraban relajados. A los descontentos, se les había enviado una botella de champán, con el fin de borrar cualquier rastro de mal humor. Los informes meteorológicos decían que la tormenta todavía no había abandonado la isla, pero Pedro confiaba en que sus empleados fueran capaces de manejar cualquier imprevisto.


Quince minutos después, estaban en los bastidores del teatro, intentando elegir entre varios disfraces. Paula estaba divirtiéndose con aquella tarea mucho más de lo que a Pedro le habría gustado.


Permanecía frente a una estantería llena de pelucas expuestas sobre cabezas de maniquíes y no tardó en elegir una con una cola de caballo.


—Diablos, no. No pienso ponerme eso.


—Oh, vamos. Pruébatela, las colas de caballo son muy sexys. Y es del mismo color de tu pelo —se acercó a él—.Además, eres un hombre. No tenemos muchas posibilidades de hacerte cambiar de aspecto.


Pedro se puso la peluca. Pero cuando Paula lo hizo volverse para verlo y estalló en carcajadas, gruñó y se la quitó rápidamente.


—De acuerdo, es demasiado femenina. Buscaré algo mejor.


Paula continuó rebuscando entre las pelucas mientras Pedro revisaba un cubo con todo tipo de accesorios. Gafas, barbas, nada que podría quedarle bien.


—Eh, mira esto —Paula sacó una peluca greñuda que a Pedro le recordó a uno de los Beatles.


—Humm.


Paula sonrió.


—Por ahí he visto una peluca color salmón. Si la prefieres, podrías ponértela.


—De acuerdo, de acuerdo. Me probaré esta.


Inclinó la cabeza para que Paula pudiera ponerle la tercera peluca. Una vez se la puso, Paula lo examinó atentamente.


—No está mal. Es estilo años setenta.


—No sé si me apetece tener un estilo de los años setenta.


—No tendrás que llevarla puesta más de una hora, más o menos. Y es por el bien de tu negocio.


—¿Y qué más necesito?


—A lo mejor unas gafas —sacó un par de gafas del cubo de los complementos—. Como éstas.


Pedro miró las gafas y sacudió la cabeza. De todas formas, Paula se las puso, retrocedió un paso y examinó el resultado.


—¿Tienes una camisa de seda?


—¿No crees que será un poco descarado si aparezco disfrazado de Austin Powers? —se quitó las gafas y las tiró a un lado.


—Ayer vi a un tipo vestido exactamente así, con pantalones estrechos, una camisa de polyester desabrochada, gafas de sol, el pelo revuelto…


Era cierto que, cuando llegaba a un lugar como Escapada, la gente se sentía libre para vestirse como realmente le apetecía. Si en la vida diaria no se sentían cómodos vistiendo como un proxeneta o como una prostituta, aunque fuera ése su más secreto deseo, cuando llegaban a Escapada, podían ser realmente ellos mismos.


Y a veces de manera completamente absoluta.


La zona que habían bautizado como Desinhibida era justo eso, un lugar para ser completamente desinhibido, para liberarse de la esclavitud de la ropa, un lugar para ser libre y mostrar al mundo su verdadero yo, por así decirlo.


Pedro no era practicante del nudismo, pero había mucha gente que lo era, a juzgar por la popularidad de aquel área.


Y tampoco era partidario de vestirse como un proxeneta.


—No sé, Paula.


—¿Y si yo también me disfrazo? Sería divertido.


—¿Disfrazarte cómo?


Paula sonrió.


—He visto por ahí unos vestidos de tirantes que podrían ser divertidos.


Pedro se acercó a una hilera de vestidos y comenzó a pasar uno detrás de otro. Cuando vio uno que podría haber servido para un espectáculo de Las Vegas, con borlas en el sujetador y flecos en la falda, que apenas dejaba nada a la imaginación, se volvió hacia Paula con una sonrisa.


—¿Qué te parece éste?


—Eh, no.


—¿Así que en realidad tienes un límite a la hora de llamar la atención?


Paula se cruzó de brazos y lo miró atentamente.


—¿Sabes? Se supone que tenemos que ir de incógnito. ¿Cómo vamos a pasar desapercibidos si aparecemos como una pareja de tipos raros?


—Eso es exactamente lo que pienso de mi traje de proxeneta.


—De acuerdo, de acuerdo. En ese caso, bastará con que te pongas la peluca y las gafas.


Volvió de nuevo a la zona de las pelucas para revisarlas.


—Yo también necesito un buen disfraz, puesto que Mike D'Amato ya me conoce. De hecho, a lo mejor necesitamos diferentes disfraces para poder vigilar lo que ocurre en el bar durante toda la semana.


—Me parece que has visto demasiada televisión. Para mañana por la mañana ya habré resuelto este problema. O el lunes quizá como muy tarde. No vamos a convertirnos en detectives aficionados.


—Eres tan aguafiestas.


—Creo que lo sería mucho menos si te decidieras a ponerte ese vestido.


Paula sonrió.


—He visto trajes mucho más interesantes. Si lo que quieres es divertirte, dame una oportunidad.




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