domingo, 10 de marzo de 2019
AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 27
Bastó una caricia de Paula para que Pedro se excitara. Aquél era un caso perdido.
—Aun así, es una estupidez. Podrías buscarte problemas —dijo, como si temiera y al mismo tiempo deseara el fuego que iluminaba sus ojos.
Él nunca había sido el primero en empezar una discusión con una mujer. De hecho, normalmente evitaba los conflictos a cualquier precio, especialmente desde que había tenido que enfrentarse a una novia vengativa y al desastre de Rancho Fantasía.
Pero con Paula, todas sus formas de aproximación al sexo opuesto parecían habérsele olvidado.
—A lo mejor ha sido una tontería. Pero te prometo que no haré más locuras si me dejas quedarme y ayudarte a resolver el problema de las amas.
—¿Y cómo piensas ayudarme? —preguntó Pedro, temiendo casi la respuesta.
—Creo que, en primer lugar, lo que tenemos que hacer es vigilar.
Parecía una idea sorprendentemente razonable.
—De acuerdo, así que esta noche iremos al club Cabaña y veremos lo que pasa.
—No puedes dejarte caer por el bar y esperar a que alguien contrate los servicios de un ama delante de ti.
—¿Se te ocurre algo mejor? —preguntó Pedro, convencido de que no le iba a gustar la respuesta.
—Puedes ponerte un disfraz —sonrió y Pedro comprendió que empezaba a tener problemas.
—¿Te refieres a una peluca y a unas gafas divertidas?
—Algo así.
—No creo que en la isla haya muchos disfraces.
—¿Y para los espectáculos no se utilizan?
Oh, claro. A Escapaba llegaban regularmente actores y otro tipo de artistas para ofrecer espectáculos, de modo que contaban con un buen surtido de vestuario.
—No sé…
—Vamos, enséñame dónde estás los trajes.
—Esto es una locura. No puedo pasearme por mi propio centro disfrazado de Elvis.
—No, Elvis no. Estoy pensando que podríamos buscar un disfraz que te haga parecer un proxeneta. Un abrigo de piel, zapatos de plataforma.
—Ni lo sueñes.
—Eres demasiado serio. Contigo es imposible divertirse.
—Eso no era lo que decías anoche.
—Por favor, no seas tan creído. Hacía mucho tiempo que no me acostaba con nadie.
Los sentidos de Pedro se pusieron en alerta al pensar en la última noche. Sí, hacía tiempo que él tampoco se acostaba con nadie, de modo que quizá fuera ésa la razón de la virulencia de sus sentimientos hacia Paula. Tomó nota mentalmente de que debería dejar de trabajar tanto y prestar más atención a su descuidada vida amorosa.
—¿Ah sí? ¿Te cuesta encontrar hombres capaces de soportarte?
—Nunca he tenido problemas para encontrar a un hombre —se levantó y se dirigió hacia la puerta—. Vamos.
—¿Con qué clase de hombres sales, por cierto?
—Con cualquiera con el que me apetezca.
—En serio. ¿Te dejan que los lleves a donde tú quieres? ¿Aguantan sin quejarse todas tus tonterías?
—Me gusta que los hombres con los que salgo sean callados. Poca conversación y mucha acción, no sé si sabes a lo que me refiero.
—Me temo que sí.
Pedro ya se lo había imaginado. Paula era la clase de persona a la que le gustaba controlarlo todo y para ello se rodeaba de gente que no se enfrentara a ella.
Si no fuera tan condenadamente atractiva, jamás habría conseguido nada con aquella actitud.
—Vamos a buscar los disfraces —dijo Paula, levantándose del escritorio y dirigiéndose hacia la puerta.
—¿Ya has almorzado?
—No —contestó, llevándose la mano al estómago—. Y ahora que lo mencionas, estoy hambrienta.
—Entonces vamos a comer algo.
Se dirigieron al restaurante más cercano, en el que todos los empleados se esforzaron por no mostrar su asombro al ver a Pedro con una mujer. Hasta entonces, Pedro había evitado salir con cualquier mujer de la isla, de modo que estaba convencido de que su aparición pública con Paula causaría comentarios.
Pero también le gustaba comprobar lo que estaba ocurriendo en su establecimiento con la mayor frecuencia posible, de modo que aquélla era una oportunidad no sólo de probar la comida, sino de echarle un vistazo a las cosas en general.
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