lunes, 4 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 10




Unos minutos después, apareció una mujer que Paula imaginó era Ashley. Iba enfundada en un vestido de cuero negro demasiado atrevido incluso para el gusto de Paula. Después de una corta conversación con señor Casey, abandonaron juntos el bar. El lenguaje de sus cuerpos, advirtió Paula, era más apropiado para un trato de negocios que para una cita entre dos amantes, y aquello le despertó la curiosidad.


Miró al camarero otra vez, pero no creía que pudiera ilustrarla sobre lo ocurrido. Y se le ocurrió pensar entonces que quizá también él estuviera involucrado en los negocios, legales o ilegales, que habían unido a aquella sospechosa pareja.


¿Sería una prostituta aquella mujer? ¿Una traficante de drogas? ¿Una fisioterapeuta vestida de manera inadecuada?


Al no tener forma de encontrar respuesta para ninguna de sus preguntas, Paula terminó aburriéndose del tema y miró a su alrededor, intentando entretenerse observando divertirse a los demás, pero había visto situaciones parecidas en miles de ocasiones. Rituales de apareamiento puestos en práctica bajo los efectos del alcohol, música alta y ropa ceñida. 


Por lo visto, aquella noche no iba a conseguir más que aburrimiento.


Paula terminó el resto de su martini. El ambiente festivo del bar le asqueaba y el alcohol no la estaba ayudando tampoco mucho. De pronto, se descubrió deseando, más que ninguna otra cosa, encontrarse sentada en el sofá de su casa, viendo películas antiguas y comiendo un helado de dulce de leche. A lo mejor Pedro tenía razón y lo mejor que podía hacer era irse antes de que llegara la tormenta, cortar por lo sano y renunciar a curarse su caso de Pedronitis.


Se obligó a levantarse de la barra y le dirigió una última mirada al camarero con la esperanza de que pudiera removerle un poco las entrañas. El camarero la miró a su vez y sonrió, y Paula decidió arriesgarse y darle el número de su habitación. Sacó un bolígrafo del bolso y escribió el número de su habitación en una servilleta, que dejó sobre la mesa para que el camarero pudiera leerla cuando fuera a retirar su vaso.


De modo que acababa de dejarlo todo en manos del destino y, para cuando regresara a su habitación, por lo menos podría hacerlo con la sensación de que estaba siendo provocativa. 


Deshacerse del deseo provocado por Pedro estaba resultando ser mucho más difícil de lo que tenía previsto.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario