jueves, 21 de febrero de 2019

PAR PERFECTO: CAPITULO 35




De pie frente al portal, Jonathan imaginó la puerta de cristal como una barrera entre él y su miserable pasado. Entre él y los niños que habían hecho que su vida de adulto fuera miserable.


Había esperado que Pedro viviera en una casa mucho mejor que el edificio situado al fondo de un callejón sin salida de ladrillo beige. Se parecía mucho al resto de edificios de la ciudad, con mejor aspecto, pero no especialmente notable. Jonathan había imaginado algo mejor porque, aunque de niño aquel mocoso sabelotodo no había sido pretencioso, esperaba que el suelo de un abogado de renombre lo hubiera transformado. Pero los pisos en la ciudad eran carísimos, tal vez unos tres mil dólares mensuales. Demonios, cuando tuviera lo que le debían, se mudaría al piso de al lado.


De ese modo estaría cerca de la gallina de los huevos de oro y podría pasarse en cualquier momento a pedirle a su vecino y benefactor una tacita de azúcar, o de dinero...


Había seguido a Pedro a casa después de haber estado casi todo el día sentado en las escaleras del juzgado, esperando a que apareciese. 


Jonathan pensó que tendría que ir varios días seguidos para encontrarlo, pero la primera tarde que pasaba allí, lo vio salir del edificio. Después de examinar su perfil, bajó la cabeza para no hacerse notar.


Jonathan se quedó por el vestíbulo, mezclándose con la gente que iba y venía. Tuvo que esperar dos horas hasta que Pedro salió del ascensor y salió con paso decidido del edificio.


Jonathan no sintió el mínimo pinchazo de dolor en el corazón al ver a su hijo después de tanto tiempo. Lo único que sintió fue una envidia terrible: quería el elegante traje que llevaba Pedro para él, y su maletín de piel y también sus zapatos. Quería tener el mismo aspecto que su hijo, tener sus andares. Lo había deseado toda la vida y ahora era Pedro el que lo había conseguido. Ese pequeño imbécil.


Siguió a Pedro a casa en el metro, y después por la calle, hasta que Pedro se metió en un callejón sin salida. Jonathan pasó de largo y luego volvió atrás justo a tiempo para ver en qué puerta entraba, la misma frente a la cual, se encontraba.


Se apartó un poco de la puerta, pensando que no quería que Pedro lo viera aún. Si venía algún otro inquilino, podría dejarlo pasar, pero necesitaba un plan un poco mejor que presentarse en la puerta de su hijo, o se la cerraría en la cara inmediatamente.


Jonathan tomó nota mental del número del edificio y se alejó en dirección al metro.


Sí Pedro tuviera una esposa o al menos una novia, aquello facilitaría mucho las cosas. 


Mientras subía al vagón, decidió volver el viernes por la noche, esperar todo lo que hiciera falta y ver si aparecía alguna mujer buscando a Pedro.


Eso sería el pase perfecto, si tenía suerte. A las mujeres les encantaban las historias tristes y él podría contarle una buena.


1 comentario:

  1. Me encanta esta historia pero Pedro no tendría que ser tan duro con él mismo. Está perdiendo un tiempo precioso de amar y ser amado. Y el padre mejor que se vaya x donde vino.

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