sábado, 2 de febrero de 2019

FINJAMOS: CAPITULO 30





La idea del matrimonio flotó en la mente de Paula. Hacía años que había renunciado a la idea del amor y el matrimonio. Había estado demasiado ocupada y desilusionada. Muchos de los hombres que había conocido resultaron ser insustanciales, buscaban solo un rato de diversión o una aventura. Las aventuras y las relaciones de una noche no encajaban en el estilo de Paula. Pedro no le había pedido una noche de amor, ni una aventura.


Pedro tenía un aspecto relajado y esperanzado. Paula, observándolo, se maravilló de lo que habían deparado las últimas semanas. Una nueva profesión para él. Un nuevo hogar y negocio para ella. ¿Qué mas? Solo podía soñar. 


Nunca habría imaginado que el enorme y pesado adolescente se convertiría en un caballero guapo y con talento que la hacía sentirse amada y feliz. Paula decidió que era el momento de sorprenderlo.


—¿Estas listo para mis noticias?


—¿Noticias? —Pedro la miró con curiosidad. Ella, juguetona, se limitó a asentir. Él frunció el ceño—. ¿No pensarás irte ya a Cincinnati?


—No… vuelvo a Michigan.


—¿Vuelves? —él lanzó hacia delante y escrutó su rostro—. No te burlas de mí, ¿verdad?


—¿Me burlaría yo de ti? —sonrió Paula.


Un segundo después, Pedro estaba arrodillado junto al sillón. Paula le acarició la mejilla.


—Voy a venderle a Louise mi parte del negocio y abrir una tienda de catering aquí. Espero que me des buenas referencias...


—¿Referencias? Haré más que eso —se puso en pie, tomó sus manos y la obligó a levantarse. 


Sus labios se encontraron, cálidos e intensos. Paula enredó los dedos en su cabello, deleitada entre sus brazos fuertes y protectores.


—Dime más, quiero detalles —pidió Pedro, mirándola a los ojos.


Ella, en sus brazos, le contó todo lo que había ocurrido. Él la escuchaba, embelesado, y cuando acabó de hablar le dijo.


—Igual que el nombre de tu empresa. Esto es un buen principio... en muchos sentidos.


—Sí. Un buen principio.


—Para nuestras profesiones —añadió él—, y para nosotros. Pero esta vez iremos despacio. Estamos empatados. Avanzaremos sin prisa, pero sin pausa, hacia adelante... hasta la meta.


—¿Cuál es nuestra meta? —preguntó ella, moviendo la cabeza. Fútbol. El hombre había dejado el juego, pero el juego no había dejado al hombre.


—El amor.


—¿El amor por la vida? ¿El amor por los animales? —pinchó ella.


—Del uno por el otro —dijo él—. Formamos un equipo. Tú y yo.


En esa tonta analogía estaba todo lo que Paula quería oír. Como un imán, clavó los ojos en él. 


Su corazón sucumbió ante el suyo, inevitablemente, como la marea ante la luna. 


Imaginó un futuro brillante como el sol de julio.


Claro, resplandeciente y bello.




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