lunes, 21 de enero de 2019
AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 63
Elaine Mitchell se despertó y miró el reloj. Era la una menos cinco de la madrugada. Desde que Tamara había tenido aquel accidente, se despertaba a todas horas, y normalmente con dificultades para respirar. Aquella noche era diferente, gracias a la llamada que le había hecho un par de horas atrás el detective Alfonso, el hombre que había intentado matar a Tamara estaba detenido. La pesadilla había terminado.
Su niña estaba a salvo.
Aunque en realidad ya no era una niña, sino una mujer fuerte y valiente.
La casa estaba en silencio. Brad roncaba a su lado. Y Tamara estaba a salvo en su dormitorio, al final del pasillo. Ella debería volver a dormirse, pero todavía le resultaba imposible.
Moviéndose sigilosamente, se levantó de la cama y recorrió el pasillo de puntillas, como hacía todas las noches cuando Tamara era pequeña.
Siempre la había tranquilizado verla dormir.
Aquella noche, la puerta de la habitación de Tamara estaba cerrada. Elaine giró el picaporte y la abrió. No quería despertarla, pero era su primera noche en casa después de los días en el hospital y quería asegurarse de que estaba durmiendo.
La cama estaba vacía.
Estuvo a punto de gritar, pero se obligó a mantener el control. No había ocurrido nada malo. Tamara estaba en casa. Habría ido al baño. O a comer algo a la cocina. Quizá estuviera en el jardín mirando las estrellas, como había hecho muchas noches durante aquel año en el que vivía fascinada por la astronomía.
Pero mientras intentaba evocar escenarios seguros, Elaine fijó la mirada en la ventana abierta del dormitorio. Y cuando encendió la luz, vio la sangre que empapaba la almohada.
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