lunes, 14 de enero de 2019

AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 38




El asesino no actuó ni la quinta ni la sexta noche. Tampoco volvió a ponerse en contacto con Paula. Esas eran las buenas noticias. 


Pero Pedro Alfonso, tampoco la llamó. Y aquello le dolía.


Paula había estado pensando en su conversación y había llegado a la conclusión de que Pedro estaba buscando una excusa para no tener que enfrentarse a la atracción que había surgido entre ellos.


Mateo había intentado advertírselo la noche que la había llevado hasta el campo de tiro. Paula no había querido creerle, pero él tenía razón. Pero entonces, ¿por qué no era capaz de sacarse a Pedro de la cabeza y continuar con su vida? 


Desde luego, no era porque no tuviera otros problemas a los que enfrentarse.


Juan quería algo nuevo cada día, lo que significaba que no sólo tenía que cubrir los sucesos habituales en Prentice, sino que tenía que encontrar nuevas noticias sobre los dos asesinatos.


Y para colmo, había dejado que Barbara la convenciera para que almorzaran juntas en el Bon Appetit. Y en aquel restaurante atestado de gente, acababa de entrar en aquel momento. Su amiga estaba de pie, al lado de una de las mesas del restaurante, hablando animadamente con un grupo de mujeres. Al ver a Paula la saludó con la mano.


—Tengo una mesa para nosotras en la parte de atrás —le dijo—, así no tendré que entretenerme hablando con todo el que entre.


—¿Estás segura de que tienes tiempo para almorzar?


—Completamente, yo soy la propietaria del negocio.


—Si yo fuera la propietaria, tendría que estar trabajando. En cualquier caso, éste va a tener que ser un almuerzo muy rápido.


—Querida amiga, estás convirtiéndote en una auténtica calamidad. Estoy empezando a arrepentirme de haberte hablado del puesto de trabajo del Times. Aunque reconozco que estás haciéndote famosa.


—Pues yo no lo he notado —comentó Paula, mientras se sentaba en la mesa que Barbara había reservado.


—En ese caso, voy a alegrarte los oídos con esto: He recibido una llamada de un tipo que escribe para una importante revista. Quiere saber quién se esconde detrás de la firma de Paula Chaves.


—¿Qué revista?


Barbara se sentó y se colocó la servilleta en el regazo.


—No me acuerdo. No había oído hablar nunca de ella, pero me pareció impresionante. Ese hombre estaba escribiendo un artículo sobre ti y tu trabajo sobre los asesinatos.


—¿Cuándo fue eso?


—El lunes. Quería haberte llamado para decírtelo, pero estos últimos días he estado muy ocupada.


—¿Y qué le dijiste?


—La verdad. Que eras una mujer inteligente, simpática, sexy y… Soltera.


—¿Y dices que le dijiste la verdad?


—Claro que sí. Y en cuanto se publique ese artículo, verás cuántos hombres vienen a la ciudad sólo para conocerte. Pero dale a Dario una oportunidad antes de que todos esos tipos comiencen a perseguirte. Le gustas, de verdad.


—Hazme un favor, Barbara.


—Claro.


—Si vuelve a llamar ese tipo de la revista, consigue su nombre y su número de teléfono, pero no le des más información sobre mí.


Barbara la miró estupefacta.


—Yo pensaba que te entusiasmaría la idea. No entiendo por qué pareces tan molesta.


¿Molesta? Estaba aterrorizada. El hombre que había llamado a Barbara podía ser el mismo asesino. Y quizá se hubiera metido en la vida de Barbara porque era amiga de Paula.


—Lo siento, Paula, de verdad. Yo pensaba que había hecho bien.


—Tú no tienes la culpa. Todos estos asesinatos me están afectando. Pero si vuelve a llamarte, no hables con él. Y por supuesto, no quedes con él en ninguna parte. Eso es muy importante, Barbara.


—Me estás asustando.


—Este no es un buen momento para confiar en desconocidos.


—De acuerdo —contestó Barbara—. Ahora tengo que darte una buena noticia…


Tendió la mano izquierda por encima de la mesa, mostrando unas uñas perfectamente manicuradas y pintadas.


—¡Oh, Dios mío! —exclamó Paula al ver la sortija—. ¿Estás comprometida?


—¡Sí!


—¿Y desde cuándo?


—Desde ayer por la noche. Y créeme, estoy tan sorprendida como tú.


—¿Te has comprometido con Joaquin?


—Sí, ¿qué te parece?


—Todo ha sido muy repentino, ¿no crees?


—Sí, pero Joaquin dice que si estamos enamorados no tenemos por qué esperar. Que debemos aprovechar cada minuto que pasemos juntos.


Paula sólo había visto a Joaquin en un par de ocasiones, pero no le había parecido un hombre excesivamente efusivo. Y tampoco con muchas ganas de casarse.


—No pareces alegrarte mucho…


—Lo que pasa es que no sabía que lo vuestro iba tan en serio.


—A veces el amor llega de repente.


—¿Eso es lo que dice Joaquin?


—No, lo oí en la televisión. Pero es cierto. Yo siempre he creído en el amor a primera vista.


—¿Desde cuándo lo conoces?


—Desde hace un par de semanas. Llegó un día a comer al restaurante y congeniamos. Por eso lo invité a mi fiesta de cumpleaños.


—¿No sabes nada más sobre él?


—Vamos, Paula, ¿qué hace falta que sepa? Es divertido, guapo, y sus padres tienen mucho dinero, de modo que no se casa conmigo por interés.


—¿Conoces a sus padres?


—No, pero estoy segura de que pronto los conoceré.


—¿Y se lo has dicho a tus padres?


—Sí, se muestran un poco escépticos, pero no se opondrán, siempre y cuando me case por la iglesia. Y pienso hacerlo. Quiero disfrutar de una boda grandiosa, perfecta. Y quiero que tú seas mi dama de honor.


—Me siento muy halagada, pero tienes muchas otras amigas. Todavía sigues saliendo con tus amigas del instituto y de la universidad y nosotras hace muy poco tiempo que nos conocemos.


—A veces las amigas nuevas son las mejores.


—A veces.


Pero en aquel momento Paula no se sentía en absoluto como una buena amiga. Una buena amiga le diría a Barbara que estaba yendo demasiado rápido.


Pidieron un par de ensaladas y Barbara insistió en acompañarlas con una botella de champán para celebrar su compromiso. Paula apenas probó la ensalada, lo cual fue un error, puesto que bebió dos copas de champán mientras pasaba la siguiente hora oyendo a Barbara hablar de los planes de boda.




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