miércoles, 9 de enero de 2019

AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 23




Paula conectó la función de «manos libres» del teléfono para poder seguir conduciendo. La voz de su interlocutor sonaba grave y gutural, como si estuviera siendo distorsionada.


—Te he preguntado que si te gustó la galleta. No es de buena educación ignorar una pregunta amable.


—Sí, sí —tenía que controlarse. Si le dejaba saber hasta qué punto la asustaba, le daría mucho más poder sobre ella—. ¿Por qué me la regalaste?


—Era el día de San Valentín y quería que supieras que estaba pensando en ti. ¿Tú has pensado en mí, Paula?


—¿Quién eres? ¿Cómo has conseguido mi dirección y mi número de teléfono?


—¡Oh, dulce e inocente Paula…! Tienes mucho que aprender. Un hombre inteligente puede averiguar cualquier cosa sobre cualquiera. Y yo soy muy, muy inteligente.


—¿Por qué me has llamado?


—Para oír tu voz.


—¿Por qué? ¿Qué quieres de mí?


—Ahora tengo que irme, Paula.


—No, por favor, no cuelgues. Tenemos que hablar. Déjame ayudarte.


Pero la comunicación se interrumpió. Casi inmediatamente, volvió a sonar el teléfono. El miedo la consumía de tal manera que Paula apenas podía pensar. No quería volver a hablar con él, pero quizá ésa fuera la única manera de localizarlo, la única forma de impedir que volviera a matar. Se obligó a descolgar el teléfono, pero en aquella ocasión vio el número de Pedro en el identificador de llamadas.


—Menos mal que eres tú…


—¿Estás bien?


—Sí y no. Necesito hablar contigo, Pedro.


—Te escucho.


—Preferiría no hacerlo por teléfono.


—¿Dónde estás?


—Cerca de la intersección entre la carretera de Finnengan y la autopista.


—Cerca del Catfish Shack.


—No me regañes Pedro, no estoy de humor para aguantarlo. Tu trabajo consiste en interrogar y el mío en entrevistar, pero no pretendo meterme en tu terreno. Y ahora, dime, ¿tienes un momento para que nos veamos? Es importante.


—¿Sabes dónde está el campo de tiro de la policía?


—He visto la señal, pero nunca he estado allí.


—Es muy fácil de encontrar. Sigue por la autopista y gira en cuanto veas la señal. Es un edificio rectangular que está a unos setecientos metros de la autopista. Es imposible perderse.


—¿Ahora estás ahí?


—Sí. En cuanto llegues, pregúntale por mí al tipo de la puerta.


—Supongo que no tardaré más de tres minutos.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario