lunes, 7 de enero de 2019

AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 15




Pedro leyó la nota por segunda vez. Se la esperaba, aunque no sabía cuándo iba a llegar.


—¿Qué te parece? —le preguntó Paula, mientras Pedro guardaba la nota en una bolsa de plástico.


—Me parece que es un canalla repugnante.


—¿Pero crees que es el mismo hombre que mató a Sally Martin?


—No puedo estar seguro, pero en cualquier caso, tenemos que asumir que es peligroso.


—¿Y por qué será que eso no me hace sentirme mejor?


—Porque eres una mujer inteligente.



—¿Y ahora qué tengo que hacer, detective?


Pedro observó a Paula, que permanecía sentada en el sofá, acurrucada con los pies descalzos. Llevaba una sudadera y un pantalón de color salmón. Y parecía demasiado vulnerable y delicada para ser una periodista.


—Deberías marcharte, huir a algún lugar en el que ese loco no pueda encontrarte hasta que lo hayamos detenido.


—No puedo hacer eso.


—Claro que puedes. Lo único que tienes que hacer es renunciar a tus artículos.


—Sé lo que piensas de los periodistas, Pedro, pero la gente tiene derecho a estar informada.


—Creo que no me has comprendido. Yo no tengo nada en contra de los periodistas, a menos que se interfieran en mi trabajo. El hecho de que abandones la ciudad durante una temporada, no va a terminar con la libertad de prensa, Paula. Hay muchos otros periodistas que no están siendo perseguidos por un lunático.


Paula fijó la mirada en el vacío, con la frustración reflejada en cada línea de su rostro.


—Huir no es ninguna opción. En primer lugar, no tengo ningún lugar a donde ir. En segundo lugar, necesito este trabajo para pagar mis facturas. Además, si me voy, ¿quién dice que ese hombre no encontrará otra mujer a la que dedicar sus repugnantes atenciones?


Pedro no tenía nada que objetar a eso.


—¿Entonces qué solución propones, Paula? ¿Continuar trabajando y esperar a que te mande el próximo regalo, o a que ocurra lo que ese depravado pueda tener en mente?


—No. Es obvio que ese hombre lee el periódico. A lo mejor debería escribir un artículo en el que lo animara a comunicarse conmigo más directamente. Podría hablar con él, quizá podamos tenderle una trampa.


Aquello sería prácticamente un suicidio, pensó Pedro.


—Le estás siguiendo el juego al asesino. Crees que es él el que te tiene en la cabeza, pero en realidad es él el que ha conseguido meterse dentro de la tuya.


—No soy ninguna estúpida, Pedro, no voy a dejarme manipular.


—Ya estás siendo manipulada.


En aquel momento sonó el teléfono. Pedro le pidió disculpas a Paula y fue a la cocina a contestar.


—¿Qué ha pasado? —preguntó, cuando se identificó otro policía al otro lado de la línea.


—Acaban de llamar de la televisión local. Han recibido otra llamada.


—¿Ha aparecido otro cadáver?


—El hombre que ha llamado no lo ha dicho. Se ha limitado a especificar a donde deberían ir. Los ha enviado al parque Cedar, en la avenida Jackson, es esa zona en la que hay tantas casas antiguas.


El parque Cedar. A sólo tres bloques del lugar en el que estaba en aquel momento.


—Estaré allí en cinco minutos. Llama a Mateo.


Cuando colgó el teléfono, Paula estaba de pie tras él.


—Ha vuelto a actuar, ¿verdad?


—No estoy seguro. Tengo que irme.


—¿Adónde?


Pedro ignoró su pregunta.


—Quédate en casa y mantén la puerta cerrada.


Pero en cuanto Pedro salió, Paula lo siguió.




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