viernes, 7 de diciembre de 2018

PASADO DE AMOR: CAPITULO 23




Tras un rato riéndose, bromeando y contándose lo que había sucedido en su vida desde la última vez que se habían visto, Jackie y Gail anunciaron que se tenían que ir a casa.


A Paula no le apetecía nada irse porque se lo estaba pasando fenomenal, pero acompañó a sus amigas a la puerta, donde se despidió de ellas y comprobó que estaba lloviendo.


Al volver a entrar en el local, fue en busca de Pedro. Le había dicho que la avisaría cuando se fuera a ir y, como no lo había hecho, Paula dio por supuesto que andaría todavía por allí.


Tal vez, en el bar, en la pista de baile o jugando al billar. Paula volvió a la mesa que había compartido con sus amigas, agarró la cerveza que tenía por la mitad y fue en busca de Pedro, al que no encontró ni en el bar ni en las mesas ni en la pista de baile.


Menos mal porque Paula no estaba muy segura de haber podido soportar encontrárselo bailando con otra mujer.


En cuanto aquel pensamiento cruzó su cabeza, Paula se apresuró a decirse que era una tontería, que no estaba con él y que no tenía derecho a sentirse celosa.


Aun así, lo cierto era que no le hubiera hecho ninguna gracia verlo con otra chica. En el colegio, le pasaba lo mismo.


Aunque Pedro no se fijaba en ella, ella se moría de celos cada vez que tenía una nueva novia, siempre alta y rubia y animadora del equipo de fútbol americano, siempre chicas que no se sentaban a no ser que fuera en su regazo.


Al llegar a las mesas de billar, lo vio jugando.


Pedro también la vio.


—¿Tus amigas se quieren ir ya? —le preguntó yendo hacia ella.


—Ya se han ido, de hecho —contestó Paula.


—¿Tú también te quieres ir? Si quieres, le digo a alguien que termine la partida por mí.


—¿Cuánto has apostado?


Pedro se sonrojó levemente.


—Cincuenta dólares —admitió.


—Termínala, anda —sonrió Paula—. Así, si ganas algo, te dejo que me invites a otra cerveza.


—¿Cuántas te has tomado?


—Solo dos o tres.


—¿Vienes o qué? —dijo un hombre de barba a sus espaldas.


—Sí, ya voy —contestó Pedro—. En cuanto termine la partida, te invito a una cerveza, pero con una condición.


—¿Qué condición?


—Que primero bailes conmigo.


Paula miró la pista de baile, donde las parejas estaban disfrutando de una lenta balada country y se dijo que era una locura aceptar, pero no pudo evitarlo.


Nunca había conseguido bailar una lenta con él y, aunque ya era demasiado tarde, quería saber lo que habían experimentado las chicas que sí lo habían hecho.


Solo un baile.


¿Qué daño podía hacerle?


—Trato hecho —contestó.


Pedro sonrió encantado.


—No tardo nada.


Efectivamente, la partida no duró más de diez minutos, Pedro ganó y aceptó los cincuenta dólares que le dio su oponente.


—Enhorabuena —le dijo Paula.


—Bien, ¿preparada para bailar?


Paula sintió que los nervios se apoderaban de ella y que las rodillas le temblaban, pero dejó que Pedro la tomara de la mano y la condujera a la pista de baile.


—La próxima canción que han elegido en la máquina es una rápida, pero yo quería bailar una lenta contigo —comentó Pedro—. ¿Qué te parece? ¿Estarías dispuesta a bailar conmigo dos canciones seguidas?


«Qué diablos», se dijo Paula.


A lo mejor, bailar con él una canción rápida, sin tocarse, la prepararía para el momento en el que los brazos de Pedro la abrazaran y sus cuerpos entraran en contacto.


—Claro que sí —contestó Paula con más convicción de la que realmente sentía.


Pedro sonrió encantado y Paula sintió una bandada de mariposas revoloteándole en el estómago, lo que la obligó a tomar aire para intentar calmarse.


Pedro la agarró del codo y la llevó al centro de la pista. Una vez allí, entrelazó sus dedos con los de Paula y la apretó contra su pecho.


¡Y ella que se creía que iban a bailar cada uno por su cuenta!


Pedro mantuvo el contacto con ella durante toda la canción y Paula se dijo que, si aquélla era su manera de bailar una canción rápida con una mujer, no se quería ni imaginar dónde pondría las manos cuando se tratara de una melodía lenta.


No iba a tardar mucho en averiguarlo.


—¿Te lo has pasado bien con tus amigas? —le preguntó Pedro al oído.


—Sí, la verdad es que me apetecía mucho verlas —contestó Paula.


Un minuto después, terminó aquella canción y empezó la siguiente. Durante la pausa entre canción y canción, Pedro no la soltó ni por un segundo y, cuando comenzó la nueva canción, la apretó todavía con más fuerza contra su pecho.


—Sí, esto es lo que llevo esperando tanto tiempo.


Dicho aquello, le pasó la mano por la cintura de manera que sus cuerpos quedaron completamente pegados de manera sensual e íntima.


Paula intentó apartarse un poco, pero Pedro se lo impidió y, al final, Paula se rindió y dejó que Pedro se saliera con la suya.


Solo iba a ser un baile.


Paula se dijo que estaba con Pedro, el mejor amigo de su hermano, uno de sus mejores amigos también, una de las personas en las que más había confiado en su vida.


Si no estaba a salvo en sus brazos, no estaría a salvo en brazos de nadie.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario