domingo, 30 de diciembre de 2018

EL SOLTERO MAS CODICIADO: CAPITULO 33




Pedro se paseaba por la cubierta del velero mientras observaba el puerto, esperando a Paula.


¿Iría a reunirse con él? La ansiedad se le arremolinaba dolorosamente en el pecho. Paula se había marchado muy disgustada de la pista de baile, y él no podía culparla. Ella le había pedido discreción, y él la había convertido en el centro de todas las miradas. Apretó los dientes con frustración. Tendría que haber permitido que Tierney bailara con ella. Pero no soportaba la idea de ver a Paula en sus brazos. Había visto a demasiadas mujeres sucumbir al incomprensible encanto de Tierney, y el impulso de protegerla había sido más fuerte que su sentido común. 


Pero no sólo había sido un instinto protector... 


Quería a Paula para él solo.


Se dejó caer en una silla y cerró los ojos. 


¿Cuándo había llegado a la conclusión de que Paula le pertenecía? ¿Cuándo había sabido que su vida no sería plena sin ella? ¿Cuándo se había dado cuenta de que deseaba mucho más que sexo?


No sabía cuándo ni por qué, pero sí sabía una cosa: se había enamorado de ella. Paula sólo llevaba tres días en casa, y sin embargo él sabía que nunca había dejado de necesitarla.


¿Sería posible que un sentimiento tan fuerte no fuera mutuo? No podía imaginárselo. Había sentido la pasión en sus besos, en sus miradas, en sus caricias. Tal vez lo único que Paula necesitaba era tiempo para asimilar lo que aquella emoción significaba.


Sin embargo, el instinto le advertía que podría perderla si se equivocaba. Ya la había asustado la noche anterior al hacer el amor, y había vuelto a asustarla en la pista de baile.


El ruido de unas pisadas en el muelle lo hizo levantarse de un salto. ¿Había ido a verlo? Tal vez tuviera su oportunidad. Si le hacía el amor aquella noche, Paula no querría dejarlo al día siguiente.


Una figura femenina se detuvo junto al velero y lo miró en silencio. Era Frankie.


-Lo siento, Pedro. Paula ha vuelto al hotel. Dice que no puede venir y que si te importa algo... -puso una mueca y acabó la frase a regañadientes-, no vuelvas a contactar con ella.


El dolor más horrible que se pudiera sentir impidió responder a Pedro. ¿Que si le importaba algo? ¿Acaso Paula lo dudaba?


-Parece que está pensando en marcharse de Point -siguió Frankie-. De vuelta a su vida, dice ella.


«Su vida». Una vida de la que él no formaría parte.


-Pedro, no quiero parecer grosera, pero te has comportado como un imbécil en la pista de baile, obligándola a elegir entre humillarte a ti o a su socio.


Pedro sintió que la piel le ardía, pero más por dolor que por vergüenza. Su intención no había sido obligar a Paula a declarar públicamente su lealtad. Pero era eso lo que había hecho.


-Deberías estar agradecido de que sea Paula quien investigue este caso para Tierney -dijo Frankie-. Sólo buscará la verdad, y la verdad sólo puede ser beneficiosa para ti. Además, seguro que cree que eres inocente.


Pedro apretó la mandíbula y miró el cielo estrellado. No le importaba que Paula creyera o no en su inocencia. Lo único que quería era tenerla a su lado, fuera cual fuera el veredicto del jurado.


Quería que estuviera enamorada de él. Nunca se había enfrentado a esa clase de dolor ni presión emocional, pero sabía cómo recuperar el control de sí mismo. Sólo necesitaba pasar tiempo a solas rodeado por la inmensidad del mar. Consiguió esbozar una sonrisa y mandó a Frankie de vuelta a la fiesta con la promesa de no provocar más escenas. Después, guió el barco por el canal y salió a las turbulentas aguas del golfo.


Pero en aquella ocasión no encontró ninguna emoción al luchar contra el oleaje. El viento sólo conseguía enfriarle la piel. Y mar abierto sólo conseguía acentuar su soledad y la amarga sensación de pérdida.



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