martes, 25 de diciembre de 2018

EL SOLTERO MAS CODICIADO: CAPITULO 16




La sirena de una ambulancia se oyó a lo lejos, y fue creciendo en intensidad hasta que se detuvo en el exterior de la casa. Paula salió al pasillo y miró en el salón, que ahora estaba atestado de hombres uniformados. Pedro permanecía junto a Rosa y les daba instrucciones a los enfermeros.


Gloria se abrió camino entre el bullicio y se acercó a Paula.


-¿Paula? ¿Paula Chaves? ¿Eres tú?


Ella se había preguntado si Gloria la reconocería. Apenas tuvieron tiempo de intercambiar unas cuantas palabras antes de que el nieto de Gloria le tirara de la falda vaquera y amenazara con vomitar. Gloria lo llevó corriendo al cuarto de baño, seguidos por el otro niño. Estimulado por la actividad frenética, el bebé que Paula tenía en brazos empezó a retorcerse y a protestar para que lo soltara. 


Paula intentó mantenerlo firmemente sujeto, y pronto se dio cuenta de que necesitaba un pañal seco. Fue al cuarto del pequeño, encontró la bolsa de los pañales y puso al niño en la mesa para cambiarlo. Mientras luchaba por sujetar al pequeño juguetón, un par de manos grandes y bronceadas la rodearon, agarraron las caderas del niño y pegaron el adhesivo del pañal.


Acorralada entre los brazos masculinos y un pecho musculoso, giró la cabeza y se encontró con los ojos avellana de Pedro.


-Podría haberlo hecho yo sola.


-Claro que sí -dijo él. Puso un aro de plástico en las manos del bebé, quien soltó un chillido de regocijo y cesó en sus intentos de escapar.


Paula levantó al pequeño en brazos y fulminó a Pedro con la mirada.


-¿Quieres borrar esa sonrisa de tu cara?


-¿Qué sonrisa?


-Esa sonrisa que dice...


-Está babeando en tu hombro.


-No es eso lo que iba a... ¡Oh! -exclamó al ver la mancha de humedad que se extendía por su traje beige. Se echó a reír y abrazó con fuerza al bebé-. Bueno, ya había echado a perder este traje de todas formas.


Pedro la miró con sorpresa y luego miró al bebé.


-Llevo dos días intentando arrancarle una carcajada a esta mujer, amigo. Y tú lo has conseguido en menos de una hora. Tendré que recordar el truco de la baba.


-No creo que te saliera tan bien como a él -dijo ella, volviendo a reírse.


-Oh, oh -murmuró Pedro-. Ahora le estás mordiendo el hombro. Estás invadiendo mi territorio, amigo...


Paula se sintió ridículamente invadida por una intensa ola de calor, y antes de que pudiera reprender a Pedro por hacer comentarios absurdos que pudieran dar lugar a malas interpretaciones, él la miró y le dedicó una sonrisa tan cautivadora que la dejó sin habla.


-¿Se pondrá bien, doctor? -los interrumpió Gloria-. ¿Mamá se ha roto la cadera?


-Parece que se la ha dislocado. Pero quiero hacerle unas pruebas en el hospital para asegurarme. Ahora se la llevarán en la ambulancia, y yo iré con ella.


-Muchas gracias, doctor -dijo Gloria-. No puedo ir al hospital hasta que mi marido vuelva del trabajo.


Paula siguió a Pedro con el bebé en brazos mientras él respondía a las preguntas de Gloria intentando tranquilizarla. Cuando salieron al jardín delantero, Gloria tomó al bebé y le dio las gracias a Paula.


-Espero no haberte estropeado tus planes para hoy -le dijo, mirándolos a los dos.


-Oh, no teníamos ningún plan -se apresuró a responder Paula-. Quiero decir... no tenía ningún plan. Sólo son asuntos de trabajo. Por eso estoy aquí. Con Pedro, me refiero. No estamos... él no...


-Me alegra que me hayas llamado, Gloria -interrumpió Pedro-. Esta tarde tengo que estar en el hospital. Le echaré un ojo a tu madre durante un par de días.


Gloria volvió a darle las gracias y se dirigió hacia la ambulancia, donde los paramédicos estaban levantando a su madre en una camilla.


-Llévate mi coche, Paula -dijo Pedro-. No lo necesitaré. Estaré toda la tarde ocupado en el hospital. Le pediré a alguien que me lleve a casa cuando acabe de trabajar y sacaré tu coche del barro.


-No tienes por qué hacerlo -le aseguró ella. No quería que perdiera tiempo con su coche, teniendo tantas cosas que hacer en el hospital-. Ya encontraré a alguien que lo haga.


-Lo haré yo. Esta noche. No sé a qué hora, pero te llevaré tu coche al hotel y allí cambiaremos de vehículos.


-No, llamaré a Bobby Ray Tucker. Tal vez pueda pasarse por tu casa e ir a buscar mi coche con la grúa.


-Se ha ido con su familia a pasar fuera el fin de semana. Por eso me prestó la grúa -explicó él. Abrió la puerta de su coche y le tendió la llave-. Dame la llave de tu coche. Lo remolcaré hasta mi casa, allí dejaré la grúa y te llevaré el coche al hotel.


A Paula no le quedó más remedio que aceptar su oferta. Le dio la llave y se sentó al volante.


-Odio causarte tantos problemas. Cuando acabes de trabajar en el hospital estarás muy cansado.


-Te cobraré por las molestias ocasionadas -dijo él con una sonrisa.


-¿Qué me cobrarás?


-Una pequeña tarifa... Dos besos.


-¿Qué?


El se inclinó y la besó ligeramente en la boca.


-Te veré esta noche -susurró, y antes de que ella pudiera reponerse, le cerró la puerta del coche y se alejó hacia la ambulancia. A mitad del camino la miró por encima del hombro-. Me queda un beso por cobrarme.


Paula pulsó el botón para bajar la ventanilla y decirle que se olvidara del asunto, pero él ya se había subido a la ambulancia, que se alejó a toda velocidad. Entonces se dio cuenta de que Gloria estaba de pie en el césped, sosteniendo al bebé mientras la miraba con curiosidad.


-¿Estás saliendo con el doctor Alfonso?


-¡No! De ningún modo.


-Nunca me ha cobrado ese tipo de tarifa -dijo Gloria con un brillo de regocijo en sus ojos negros.


-Se está comportando de un modo deliberadamente impertinente -murmuró Paula, poniéndose colorada-. Ya sabes cómo es. Siempre tonteando con las mujeres.


-Cierto -corroboró Gloria con una carcajada.


A Paula no le hacía ninguna gracia, aunque no sabía por qué. Introdujo la llave en el contacto y miró a Gloria a través de la ventanilla abierta.


-Creo que deberías saber que no he venido a Point de visita. Estoy investigando una demanda.


-¿La demanda de Gaston Tierney contra el doctor Alfonso?


-En realidad es la demanda de Agnes.


-Todo el mundo sabe que es cosa de Gaston -dijo Gloria. Le dio una palmadita al bebé en el hombro y le sonrió amistosamente a Paula -Pedro es demasiado buen médico para cometer un error como el que Gaston quiere atribuirle. Espero que demuestres que todo es una farsa.


-Gloria, mi trabajo no... no es desmentir la acusación -explicó Paula con voz vacilante. Odiaba admitir que ella y su hermana trabajaban para los Tierney-. Tengo que reunir todas las pruebas que pueda conseguir, sin importar a quien beneficien.


-Naturalmente. Tienes que ser objetiva. Cualquier buen investigador lo es. Pero me alegro de que estés investigando tú el caso, en vez de alguien pagado por Gaston Tierney.


Paula pensó si sería prudente dar más explicaciones.


-Avísame si puedo ayudarte en algo -se ofreció Gloria-. Estoy segura de que todos en Point querrán ayudar al doctor Alfonso en todo lo que puedan.


-Gracias -respondió Paula, reprimiendo el deseo de interrogarla. Gloria era una amiga.


-Yo estaba en el picnic cuando todo ocurrió, ¿sabes?


-¿Viste cómo Pedro le ponía la inyección a Agnes?


-No, ni siquiera supe que se la había puesto. Pero estuve sacando fotos todo el día.


-¿Fotos?


-Siempre estoy sacando fotos. No sé si alguna te podrá ayudar, pero ¿te gustaría verlas?




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