lunes, 10 de septiembre de 2018

PERSUASIÓN : CAPITULO FINAL




Ambos reían desaforadamente cuando por fin Pedro se detuvo y dejó que los pies de ella volvieran a afirmarse en el suelo. Entonces, una chispa de la vieja inquietud volvió para remplazar su risa y lo hizo hablar con gravedad.


—Todavía no me lo contaste, Paula.


Paula arrugó la frente ante el súbito cambio.


—¿Qué? No comprendo. —Su ceño se acentuó hasta que por fin comprendió. Era tan sencillo, y sin embargo tan importante.


—Ya te he contado en la mejor forma que sé —repuso, con los ojos momentáneamente sombríos por tener que explicarse—. No he tenido suerte con los hombres que pasaron por mi vida, y aprender a confiar nuevamente en uno es mucho para mí, Pedro.


El la estrechó con más fuerza y susurró con voz ronca:
—Nunca haré que te arrepientas.


Paula sonrió tiernamente, permitiendo que sus ojos acariciaran amorosamente esas facciones hermosas, el pelo castaño que se rizaba ligeramente, la adorable expresión de esos ojos de color canela.


—Te amo, Pedro —dijo con suavidad—. Siempre te amaré. Te has convertido en mi vida.


Pedro la miró.


—Tú te convertiste en mi vida en el primer momento en que te vi.


Paula se maravilló de las vueltas del destino. Si aquella semana ella no hubiera estado trabajando para el señor Sawyer, si Pedro hubiera esperado hasta el lunes para hacer su visita... Dejó caer la cabeza sobre el pecho de él y oyó el rápido palpitar del corazón que tanto había llegado a significar para ella.


—Me alegro de que fueras tan insistente, Pedro.


El rió por lo bajo.


—Ronnie diría que no es más que una terca obstinación.


—Lo que fuera. Si tú no hubieses...


Pedro hundió sus largos dedos entre las finas hebras del oscuro cabello de ella y apretó esa cabeza contra su pecho.


—Pensé de veras que te había perdido cuando te marchaste.


Paula percibió el sufrimiento que subrayó esas palabras.


—¿Habrías ido a buscarme si yo no hubiese regresado?


Las manos de Pedro la obligaron a levantar la cabeza.


—¿Tú qué piensas?


Paula abrió la boca para dar su opinión pero se vio impedida de hacerlo por la voraz urgencia de los labios de Pedro que la besaron con una perfección tan apasionada que pronto ella olvidó lo que estaba preparándose decir.


Todo lo que importaba era él... la sensación dura y cálida de él, que su cuerpo, curvándose íntimamente, conocía hasta en los menores detalles.


En toda su vida Paula había sentido como si hubiera estado buscando, y ahora que había encontrado lo que tanto había buscado, no iba a dejar que su premio se disolviera por falta de alimento. ¡Daría todo lo que tenía, todo lo que poseía! ¡Su corazón rebosaba de amor hacia él!


Cuando los besos se hicieron más apasionados y la fiebre del deseo de Pedro empezó a acumularse, un calor correspondiente con el de él explotó dentro de las venas de Paula. Y cuando él empezó a acariciarla con manos impacientes, deteniéndose llenas de familiaridad en las curvas femeninas de ella, se desató un torrente de reacciones que hicieron que los sentidos de Paula se lanzaran enloquecidos a girar totalmente fuera de control. Paula se apretó aún más contra él, haciéndole saber a Pedro la urgencia de su deseo y excitándolo todavía más.



Cuando los dedos de Pedro fueron con un impulso irresistible hacia el cierre de cremallera del delgado vestido de Paula, ella esperó con impaciencia ser liberada del confinamiento de la ropa. Y cuando la calidez de esas manos, ligeramente trémulas por la intensidad de la emoción, se deslizó sobre la piel de su espalda, ella también se puso a temblar.


La boca de Pedro se movió sobre sus mejillas antes de llegar a un costado del cuello. El murmuró su nombre, con su voz ronca y sensual.


Paula pasó sus manos sobre los fuertes músculos de los hombros de Pedro y en seguida lo ayudó a deslizar la fina tela del vestido para exponer sus pechos erguidos. Luego se arqueó para que él pudiese besarlos.


Cuando los labios de Pedro tocaron la sensible piel, Paula echó la cabeza atrás presa de un placer exquisito y enredó sus dedos en la cabellera de él. Pronto, nada pudo satisfacerla como no fuera la unión total. Su vestido terminó en un pequeño montón en el suelo y rápidamente siguieron las ropas de Pedro.


Paula le acarició el pecho con los labios cuando él la llevó al sofá.


Cuando Pedro la depositó suavemente sobre la mullida superficie, Paula lo miró febrilmente a los ojos. Lo que vio fue un reflejo de lo que sentía ella: asombro, deseo, y sobre todas las cosas, un tremendo amor.


Pero en seguida su visión fue bloqueada por la cabeza de él que descendió junto con el cuerpo...


Olas cada vez más grandes de pasión se elevaron para envolverlos, ahogándolos para todo lo que no fuera las deliciosas sensaciones del mutuo deseo, volviéndolos indiferentes al tiempo y al lugar y al perro que ahora estaba profundamente dormido, a corta distancia en la misma habitación.


A Paula la tuvo completamente sin cuidado que Pedro hubiese logrado todo lo que se había propuesto lograr desde el comienzo. La tuvo sin cuidado porqué, al final, ¡ella había descubierto que deseaba exactamente lo mismo que él! ¡Su único problema había sido que descubrirlo le llevó más tiempo que a Pedro!


Fin



No hay comentarios.:

Publicar un comentario