jueves, 20 de septiembre de 2018
AÑOS ROBADOS: CAPITULO 31
El resto de su fin de semana pasó de una forma maravillosa; por el día exploraban el bosque y por la noche hacían el amor delante del fuego. Pero el domingo por la tarde ya se encontraban regresando a Atlanta.
Pedro se detuvo delante de la casa de Paula y de pronto ella no supo qué hacer.
Se había dado cuenta de muchas cosas durante el fin de semana, sobre todo de que amaba al hombre que tenía sentado a su lado.
Pero ahora esas pequeñas vacaciones habían terminado y tenía que pensar sin estar rodeada por esa bruma de amor que Pedro creaba a su alrededor.
—¿Qué quieres hacer mañana por la noche? —le preguntó Pedro mientras metía su equipaje dentro de la casa.
—¿Mañana? ¿Habíamos hecho planes para mañana por la noche?
—No.
¿Habían llegado a ese punto en el que daban por hecho que lo harían todo juntos simplemente porque estaban… juntos?
Paula se apoyó contra el marco de la puerta.
—Entonces ya veremos.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que esto no es más que una aventu…
—No digas que es una aventura —la interrumpió con expresión dura—. No quiero volver a oír esa palabra mientras viva.
—¿Entonces qué crees que es esto?
—Una relación. Aunque también odio esa palabra —apartó la mirada, lleno de frustración, y después volvió a mirarla—. Somos dos personas que estamos juntas.
Ella sintió su corazón latir aceleradamente.
—No. Esto no es más que diversión. No tenemos que hacer ningún plan.
—Paula, quiero poder preguntarte «¿Qué hacemos esta noche?» en lugar de preguntarme a mí mismo si te veré o no. Quiero hacer planes contigo. Quiero quedarme dormido a tu lado. Despertarme a tu lado. Aunque jugar es fantástico, también quiero hacer el amor contigo.
Ella no quería todo eso. No quería necesitar todas esas cosas. Las había querido con Kevin, pero esa relación al final la había hundido.
—¿Por qué no podemos dejar que siga siendo algo divertido y nada más?
Pedro le agarró la cara con las dos manos y le acarició el labio, provocando en ella un dulce deseo.
—Porque te quiero, Paula. Me he enamorado de ti.
Paula ahora se daba cuenta del error que había cometido al confiar en el mito del chico malo. Un chico utilizaba esa máscara para ocultar sus deseos, sus anhelos.
Pero Pedro no ocultaba nada. La deseaba.
Ella se apartó de él, incapaz de soportar sus caricias.
—No quiero estar enamorada, Pedro. No quiero que me quieras. Es demasiado duro. Duele demasiado cuando al final no funciona.
—Sí, estuve casado con una mujer que me partió el corazón por diversión, pero aún quiero darle otra oportunidad al amor.
—Lo que tenemos ahora es lo que yo quiero intentar.
Él se mostró abatido por un momento y se apartó de ella, como si lo hubiera golpeado.
—Entonces esto tiene que terminar aquí.
—¿Por qué?
Paula vio la tristeza en sus ojos.
—Porque siempre querré más de ti, Paula.
Ella se obligó a actuar con naturalidad y a no mostrarse ni fría ni cruel, pero necesitaba que Pedro lo entendiera.
—Lo siento. Esto es todo lo que puedo darte.
—Entonces supongo que esto es todo lo que tienes que decir.
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