martes, 11 de septiembre de 2018
AÑOS ROBADOS: CAPITULO 2
Pedro Alfonso buscó la caja de antiácidos por su escritorio y se tragó unas cuantas pastillas sin agua.
—Te pillé —dijo Nicole Reavis al asomar la cabeza por la puerta.
—Sí, está empezando a ser uno de esos días.
—¿En serio? ¿Quieres decir que las cosas no le van bien al hombre que tiene un don especial para saber lo que sienten y piensan las mujeres? —preguntó con una fingida mirada inocente.
Últimamente las mujeres de la cadena se habían acostumbrado a citar las palabras que Dana Roberts había escrito en su artículo del Atlanta Daily News y que contenía otras como: «un soltero sensible que entiende las necesidades de una mujer fuera del dormitorio y que sabe lo que esa mujer está pensando antes de que ni siquiera ella lo sepa».
Lamentaba haber aceptado hacer la entrevista.
¿Los profesionales más interesantes de Atlanta?
Jamás volvería a hacerlo. De ahora en adelante dejaría que toda la atención se centrara en Eve Best, la estrella de Entre nosotras que él había
descubierto tiempo atrás.
Nicole agitó un recorte de periódico delante de su cara.
—Parece que tu reportera favorita tiene una nueva víctima y esta «interesante profesional» podría ser una gran aparición en nuestro programa.
Uno de los trabajos de Nicole como productora de las historias que se trataban en el programa era devorar periódicos, revistas y páginas de Internet en busca de esos temas tan calientes que los telespectadores adoraban.
Los últimos habían sido verdaderos éxitos y cada semana tenían más audiencia.
Unos meses atrás, varios compañeros de la cadena y él habían ganado el premio más alto de la lotería de Georgia. Los treinta y ocho millones de dólares habían generado una gran expectación entre la prensa, y por eso cuando Liza Skinner, una antigua compañera de la cadena, había filtrado a la prensa que tenía planeado reclamar parte del premio, en el programa se había armado un gran revuelo.
Ante la amenaza de una demanda para retener el dinero del premio, los patrocinadores hacían cola para que sus productos aparecieran en el programa y cada vez había más telespectadores que veían Entre nosotras para no perder detalle de las últimas noticias sobre la controversia y que finalmente se enganchaban al programa porque era realmente bueno.
Ahora con abogados de por medio, el grupo había decidido no hablar con la prensa, pero cuando una de las ganadoras era Eve Best, la estrella de Entre nosotras, mantenerse callado no era fácil. Por suerte, el resto de los ganadores no estaban delante de la cámara. Jane Kurtz se encargaba del maquillaje, Nicole buscaba las historias y Zach Haas era operador de cámara.
Aún no podía creerse que Liza se creyera con derecho a recibir parte del premio. Sí, era cierto que había jugado a la lotería con ellos cuando trabajaba en la cadena, pero se había marchado de la ciudad sin dar ninguna explicación y el dinero que había aportado se había gastado antes de que les tocara el premio.
El error de todos había sido seguir jugando al mismo número que jugaban con ella.
Se sentía demasiado estresado y el bicarbonato se había convertido en su aliado.
Con la mitad del equipo yéndose de viajes, mudándose y casándose, su trabajo se había multiplicado. Por suerte, las cosas se estaban calmando justo antes de que llegara noviembre, ese momento tan importante en que se medían los índices de audiencia. Eso siempre tenía prioridad sobre las relaciones personales.
Miró el artículo que Nicole le había dejado sobre la mesa.
—¿Un detective privado?
—Esta mujer prácticamente te garantiza que va a encontrar trapos sucios en cualquier cosa que tenga pene.
Eso le encantaba a la audiencia. La llamaría a pesar de estar traicionando a su género.
—Parece interesante. Ya sabes que no tienes que esperar a que le dé el visto bueno a tus ideas. Puedes llamar a quien quieras.
—Bueno, la verdad es que los dos habéis nacido en el mismo lugar y creí que tal vez la conocieras. Según el artículo, sólo es un poco menor que tú.
Él era del pequeño pueblo de Thrasher de la Georgia rural, y la mayoría de la gente se había quedado por allí tras graduarse, algunos trabajando en los negocios que aún prosperaban en la zona y otros en los pinares por los que Georgia era tan famosa.
Ojeó el artículo hasta encontrar un nombre: Paula Chaves.
Una sonrisa se marcó en sus labios. La dulce Paula Chaves. Una profesión extraña para alguien con un corazón tan noble como ella. Pero ya que su padre era jefe de policía, tal vez llevara la pasión por la investigación en la sangre.
Siempre se había preguntado qué habría sido de la bondadosa hija del policía después de haberla dejado. Probablemente ella no lo sabría jamás, pero una noche le había salvado la vida a él.
¿Pensaría en él alguna vez?
Lo dudaba.
—¿Tienes el número de su casa o sólo éste de la oficina?
—Sólo el del despacho. Pensé que querrías contactar tú con ella. Además, ya que tienes tanto tacto con las mujeres, supongo que la convencerás para venir enseguida.
Con una risa, Nicole salió de su despacho.
El hombre con un don especial para conocer las necesidades de las mujeres resopló. Pensar en ello hacía que le dieran ganas de salir a comprar herramientas.
Una buena sierra de mano, por ejemplo, algo que requiriera únicamente de fuerza bruta.
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